Silvia Peralta Morillo

"¡Al Fin Libre!"

A VECES, pienso fríamente en mi experiencia pasada, y creo que sólo el Se or ha hecho posible que yo siga viva y cuerda para poder relatarla. "El que tenga oídos que oiga" (Mateo 11:15).

Yo procedo de una familia católica, tengo un padre no-practicante y una madre inquieta por la búsqueda de la verdad. Por esa razón, nunca se sintió llena con lo que le ofrecía la fe católica. Antes de nacer yo, en Granada, mi madre hizo amistad con una vecina que era Testigo de Jehová y la cual comenzó un estudio bíblico con ella.

Cuando yo nací, mi hermana mayor tenía 14 a os y mi otro hermano tenía 9 y juntos a mi madre asistían a algunas reuniones de los Testigos de Jehová. Puede que fuera porque aún mi familia no se definía del todo con esa secta que fuí bautizada como católica, aunque poco después, mi hermana se bautizó como Testigo de Jehová y mi hermano también. A mi madre siempre la retuvieron del bautismo sus muchas dudas respecto a esta secta, como el afán de vender literatura o el hecho de que justifiquen su pecado ante Dios por obras y no por fe. Como es de suponer, yo crecí dentro de las ense anzas de la Sociedad Watchtower. De ello se cuidaban mi madre y mis hermanos, pues en mi padre no encontramos oposición. Vinimos a vivir en Barcelona cuando yo contaba con 4 a os y enseguida mi familia contactó con "testigos" de Santa Coloma de Gramanet, que por entonces se reunían en casas particulares.

Cuando yo tenía 7 a os mi hermana se casó con un "testigo" anciano (un cargo de responsabilidad) y aunque pensaban irse de precursores especiales (una especie de misionero), sus planes se vieron frustrados por el nacimiento de una ni a preciosa, a la que llamaron Sabrina.

Poco tiempo después, se casó mi hermano antes de cumplir el servicio militar, debido a que pensaba que se libraría alegando una desviación en la columna vertebral. Pero los vientos de contrariedad empezaban a azotar a mi familia. Pasado más o menos un mes de la boda de mi hermano, falleció mi sobrina, la hija de mi hermana, al caer de un quinto piso cuando sólo contaba con 4 a os. Toda la familia quedó destrozada y fue peor el sufrimiento cuando por aquellas fechas llamaron a mi hermano a filas, debido a que consideraron que su problema en la espalda no tenía gran importancia. Como objetor de conciencia que era, la pena en aquellos a os era la prisión y en juicio militar le condenaron a tres a os y un día, lo cual fue un duro golpe para una persona sensible y espiritual.

Ya tenía yo 12 a os y mi carácter dio un cambio brusco debido a las desgracias que acaecían en mi familia. Pasé de ser una ni a tímida y retraída a una ni a colérica y espabilada, todo ello ocasionada por el shock de los problemas familiares y el hecho de que estaba entrando en la edad difícil. Empezó entonces una larga carrera junto a mi madre de visitas a médicos de los nervios, naturistas y otros especialistas, que pudieran darme la tranquilidad que tanto anhelábamos mis padres y yo.

En medio de este caos de sobresaltos, mi madre dejó definitivamente la asociación con los "testigos", aunque no cesó de animarme para que yo siguiera asistiendo a las reuniones, pensando con toda buena fe que eso me podía ayudar a conseguir la paz de espíritu. Fue por aquel entonces, también, que como cada a o, en la escuela a la que yo asistía, hicieron pruebas de canto a todos los alumnos que lo desearan para formar el coro del colegio. Al hacerme las pruebas de canto, el profesor de música quedó tan impresionado por mi voz que, junto a un amigo suyo de una casa discográfica, quisieron interceder ante mis padres para hacerme una "ni a prodigio". Mi madre no permitió tal cosa, debido a que prefería que yo siguiera con los "testigos", pues pensaba que el mundo del espectáculo era inmoral. Después de esto, me bauticé con 13 a os como Testigo de Jehová, no sin antes haber escrito una carta de renuncia a la Iglesia Católica.

Sin embargo, yo seguía siendo una ni a problemática en mi casa debido a mis nervios lo cual provocaba gran sufrimiento en mi madre. Los tratamientos que seguí fueron interminables, pero mi actitud terca y descarada no cambiaba en lo más mínimo. Mis arranques coléricos, mis pataletas y tantas noches en vela hicieron sufrir a mis padres, pero el dolor y la culpabilidad reprimidos que yo sentía era desgarrante. Cuando salía a la calle a predicar o ir al "Salón del Reino" era totalmente diferente. Ponía mi lado bueno al lado de la secta y el malo al lado de mi familia.

Por aquel entonces, yo no sabía que era la secta a la que yo le daba lo mejor de mí, la que me ocasionaba estos trastornos psíquicos. A pesar de todo, me animaron a hacer el precursorado auxiliar (dedicar 60 horas mensuales para predicar) y lo repetí varias veces hasta que me animaron a ser precursora regular (dedicar 90 horas mensuales para predicar). Al final tuve que dejar mis estudios seglares. Yo, entonces, era un modelo en la congregación: era precursora, sabía manejar las ense anzas de la Watchtower y tenía metas "muy espirituales" para el futuro. Pero en mi casa, descargaba la tensión que me producía al ser tan "maravillosa" con mis padres, ocasionándoles muchos disgustos. A tal grado llegué que por mucho tiempo no le dirigí la palabra a mi padre por haberme pegado en una ocasión. Yo era consciente de que en mi vida algo andaba mal. Pero nunca me hubiera imaginado que esta doble personalidad me la provocaba el estar en una secta en la que no existía la libertad de expresión ni la confianza mutua.

Empecé a salir con un chico que estudiaba con los "testigos", pero por el hecho de que él no estaba bautizado como tal, los ancianos hablaron conmigo y me "sugirieron" que si no rompiera con él, tendrían que quitarme el precursorado. Fue a partir de esta experiencia que comencé a cuestionarme cosas como: de dónde procedía la autoridad que ellos tenían? o si realmente era aquella secta "la verdad"?.

Un detalle curioso fue en una ocasión que salía a predicar con un miembro de Betel que ejercía como anciano en mi congregación y que podía ser mi padre por edad. Entrando en un bloque de pisos medio oscuro trató de sobrepasarse conmigo. Le paré los pies diciéndole que se lo contaría a los demás ancianos y él, en buenas palabras me dijo que si esta circunstancia saliera de allí, tendría grandes problemas para llegar a ser precursora especial. Mi ilusión en la vida estaba casi acabada y yo tan sólo contaba con 16 a os de edad. Mis problemas me los tenía que tragar yo. Pues me era imposible hablar sinceramente con alguien, de los "testigos"; y a mi madre, por el hecho de no ser "testigo", la veía como un enemigo de mis creencias. Sin embargo, mi popularidad en la congregación a la que asistía, y en otras más, crecía como la espuma y atraje a mucha gente a unirse al grupo. Tenía gran facilidad para tratar con personas jóvenes, quizás porque yo también lo era y todo el mundo quería disfrutar de mi compa ía. En cierta ocasión, me sugirió un anciano de mi congregación que me entregara más en mi ayuda espiritual a un núcleo reducido de personas, cosa que hice sin retardo ya que este anciano era muy respetado en la congregación. No obstante, yo sabía que no estaba actuando de la manera correcta y mi ejemplo como precursora dejaba mucho que desear. En vez de procurar amar a todos mis hermanos por igual y tratar de ayudarlos de la misma manera, me encerré en un grupito selecto al cual le daba todas mis atenciones. Aunque esta táctica dio resultado para atraer más gente a la organización, yo me sentía sucia. Quería morir.

Entonces, cuando contaba con 18 a os, conocí a un chico que estaba a punto de bautizarse y con el cual inicié un noviazgo. Él era 11 a os mayor que yo. Quizá fue eso lo que me deslumbró de él. Por entonces, mi mejor amiga empezó a salir con el hermano de mi novio y parecía que todo iba sobre ruedas. Para ayudar a la familia de mi novio y a él a adquirir conocimiento rápido de las ense anzas de la Watchtower y bautizarse pronto, un anciano de Badalona organizó un estudio familiar de la "La Atalaya" en casa de mi novio. En esa reunión asistían la familia creyente de él, unos cuantos "testigos" y tres precursores, en los que me contaba yo. Cuando habíamos tenido varias reuniones en su casa, alguien empezó a enviarles anónimos a la familia de mi novio, en los que decía (entre otras muchas cosas) "que no estudiaran con los Testigos de Jehová porque todo era un fraude", "que los Testigos de Jehová estaban interesados en ellos para sacarles el dinero", "que los problemas aún no habían comenzado" e insultos para ancianos y demás miembros de la congregación. Más tarde, se descubrió que quien enviaba estos anónimos era el mismo anciano que me propuso entregar mi ayuda al grupito seleccionado por él. Al parecer, este anciano fue dejando su moralidad a un lado y la obsesión que sentía por una joven que asistía al estudio de "La Atalaya" en casa de mi novio le hizo actuar de forma irracional y celosa. Tantos problemas ya habían minado mi salud espiritual, mi ánimo, y mis esperanzas en la organización Watchtower. Yo ya estaba plenamente convencida de que aquello no estaba en consonancia con la Biblia y empecé a razonar por mí misma y a hacer preguntas sobre las doctrinas de la organización. Los ancianos se escandalizaban cuando yo les mostraba que era por fe y no por obras de predicación continuada y venta de literatura que somos salvos. Les dije que había gente fuera de la organización que eran buenas personas y que creía que también podían ser salvos, aunque no fueran Testigos de Jehová. Animaba a los estudios bíblicos que tenía a leer en la Biblia cual era la voluntad de Dios y a no creer en todo lo que decían los se ores de "La Atalaya". Por entonces, caí enferma con pulmonía, lo cual me obligó a estar en cama varias semanas.

Aproveché la ocasión para pensar lo que yo tenía que hacer respecto a mi afiliación con los "testigos" y para esto le rogué a mi madre que, a excepción de mi novio, no dejara entrar a verme a ningún Testigo de Jehová. Tenía que pensar. Tenía que buscar una salida y romper con el yugo opresor de la Watchtower. Tenía que leer en la Biblia lo que Dios esperaba de mí. Al final decidí redactar una carta para cesar en mi obra de precursora la cual fue entregada a un anciano. No les gustó nada mis razones para tal abandono. La carta la rompieron delante de mi novio y cuando estuve mejor vinieron a verme para decirme que yo no había dejado el precursorado sino que eran ellos quienes me removían como precursora. Yo estaba desesperada. No podía encontrar una salida lógica a las cadenas que cada vez se me hacían más pesadas. Todavía creía que aquello podía ser la "verdad". Pues pensaba que todos los demás cultos eran obra de Satanás. Decidí romper con mi novio. El odio se apoderó de él debido a mi abandono, y este odio fue alentando por los ancianos para que él me acusara de apostasía e inmoralidad. Cuando me hicieron juicio, no encontraron nada de qué acusarme. Pero me amonestaron públicamente por desacato y prácticas no cristianas. Mis amigos me dieron la espalda. Cuando pasaba al lado de algún grupo de "testigos" los oía murmurar. Era humillante y desolador. Pronto se apoderó de mí una gran depresión que sólo la aliviaba mis estudios seglares. Al no encontrar pruebas para expulsarme, los ancianos pidieron a una joven de la congregación que me vigilara para ver si caía en un pecado. Gracias a Dios tampoco caí en las fauces de la trampa y no se salieron con la suya.

Entonces mi hermana, que vive en Girona, me invitó a vivir con ella para salir de mi depresión y buscar un trabajo que me distrajera. Ella no sabía nada de mis problemas. Acepté gustosamente la invitación pensando que quizás en otro ambiente aclararía mis ideas. Al llegar, los "testigos" de Girona me recibieron gustosos porque mi cu ado y mi hermana eran muy respetados entre ellos.

Pero esto duró poco. Los ancianos de Barcelona no tardaron en ponerse en contacto con mi cu ado para explicarle que era "prudente" que me vigilaran por si tenía inclinaciones o comentarios sobre la Watchtower "erróneos". Esta conversación entre ancianos, que tendría que haber sido confidencial, pronto se hizo de dominio público, pues mi cu ado se lo explicó a mi hermana y ésta me echó de casa, gritando e insultándome. Tuve que buscar un piso de alquiler barato, ya que ganaba muy poco como enfermera en una clínica privada.

Veía que el mundo se derrumbaba a mis pies. Le pedí a mi hermano que me ayudara a llevar algunas cosas que tenía en el piso de mi hermana mientras mi cu ado y otros ancianos empezaron a buscar falsos testigos para que declararan en contra de mí.

Ya no tenía ilusión por vivir y recurrí al camino más fácil. Aún no estaba instalada del todo en mi nuevo hogar cuando le saqué a mi hermana de su casa, la última vez que fuí, dos tubos de pastillas. Sin dudarlo, llegué al piso, le dije a Dios que lo que me ocurría era inhumano, y me las tomé.

Mi amiga To y, que también era "testigo", tenía una copia de las llaves del piso. Ella era la única persona en que podía confiar. Así que los ancianos la hicieron ir con ellos para que declarara en mi contra. El Se or Jesús no quiso que yo muriera. Pues gracias a las llaves de To y, me encontraron sin conocimiento y me trasladaron de urgencia al hospital. Me hicieron un lavado de estómago y preguntaron a mi cu ado y a mi hermana si me iban a tener en casa debido a que necesitaría ayuda y comprensión. Ellos se negaron y dijeron que hicieran conmigo lo que se hace en casos como estos: ingresarme en el hospital psiquiátrico.

Pasé unos días horribles allá sin que nadie de mi familia se dignara a venir a verme ni a sacarme de allí. Pude hablar con facultativos del centro de mis problemas y mis inquietudes. Sin embargo, ellos desconocían el alcance destructivo de los Testigos de Jehová. A los pocos días, el médico me dijo que me fuera a casa porque no necesitaba estar allí.

Al salir, los ancianos me citaron para juzgarme y yo fuí dispuesta a salir de esa locura como fuera. Así que, ese mismo día empecé a fumar. En el juicio no hice nada por defenderme de todas las acusaciones que me imputaban, pues estaba cansada y hundida. Sólo pedí que prestaran toda la ayuda posible a To y, a la cual le prohibieron verme. Después de seis meses desde mi expulsión de los Testigos de Jehová obtuve una gran alegría para mi vacío espiritual el cual no se llenaba con mis nuevas amistades, ni con las diversiones mundanas. Mi madre quiso saber mi versión de la historia, lo cual me causó gran alegría. Y To y me escribió una carta citándome en la Casa de Cultura para hablar conmigo. Asistí a la cita y me produjo cierto recelo verla de nuevo, pensando que quería atraerme de nuevo a la secta. Sin embargo, era todo lo contrario. Me pidió ayuda para salir de los Testigos de Jehová. Pues la tenían vigilada a todas horas. Su cu ado, también anciano, la había amenazado de llevarla a un reformatorio, si no se atenía a las normas que ellos le dictaran a partir de ese momento. Yo le advertí a To y que tendría muchos problemas si se enfrentaba a ellos y le dije que al menos esperara a tener la mayoría de edad para que, legalmente, no le pudieran hacer nada. Pocos meses después, To y cumplió la mayoría de edad y me pidió permiso para venir a vivir conmigo cuando se enfrentara a su familia "testigo". Cuando esto ocurrió y ella se vino a vivir conmigo, perdí el trabajo en la clínica. Pues fue mi hermana quien me lo consiguió por la amistad que tiene con el administrador. Yo pensaba que Dios me continuaba castigando por algo que ni siquiera yo alcanzaba a comprender. Pasé una mala temporada sin trabajo, sin esperanza en nada y en nadie. Conocí a personas de diferentes ideologías religiosas, pero nada me llenaba. Al final de muchos problemas y circunstancias adversas, decidí orar a Dios en busca de guía. Me cansé de orar a Jehová, pero no obtuve respuesta. Un día me apunté a un curso bíblico por correspondencia de Barcelona en el cual observé una cosa que nunca había visto con los Testigos de Jehová: cada vez que Jesús oraba a Dios lo llamaba Padre y no Jehová. Volví a reanudar mi lectura regular de la Biblia y fui descubriendo en ella a un Dios maravilloso, lleno de amor para todo aquel que lo busca sinceramente. Me impresionaron las palabras de Isaías 40:31 "Mientras que a los que esperan en Yavhé él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse".

Por qué lo que sentía ahora nunca lo sentí con los "testigos"? Yo misma me di cuenta de que lo casi exclusivo que se lee en sus reuniones son sus publicaciones - Despertad!- y -La Atalaya-, mientras que la Palabra de Dios es citada en contadas ocasiones.

Empecé a comprender lo valioso que fue el sacrificio de nuestro Se or Jesús para la salvación. Reconocí que no hay otro camino para la vida de ahora y para la que ha de venir si no es confiando plenamente en su valiosa sangre derramada en la cruz para el perdón de nuestros pecados. Sentía mi corazón lleno de agradecimiento por mi Se or y comencé a amarlo como nunca podré amar a nadie. Por primera vez hice oración sin el nombre de Jehová. Dije: "Padre, recíbeme como hija y ten misericordia de mí, porque soy pecadora. Haz que el sacrificio de tu Hijo sea válido para mí también".

La paz de espíritu se apoderó de mí y supe que por primera vez el Se or me había escuchado. Ahora sé porque vivo. Soy consciente de mi relación con Dios. Sé que Él me ha elegido para Su Obra y también sé que espera elegir a muchos más que crean en el sacrificio de Jesús.

Mi estado nervioso? Bueno, al Se or le pido constantemente que me dé paciencia y sosiego para sobrellevar las situaciones difíciles sin perder la calma, y Da resultado! Primera de Pedro capítulo 5 versículo 7 dice: "echando toda vuestra ansiedad sobre él (Dios), porque él tiene cuidado de vosotros".

Aunque siempre seré de temperamento inquieto, aprendo a llevar estas inquietudes al terreno espiritual. Estoy tratando de ayudar a las personas a salir de las garras de las sectas destructivas y a buscar al Se or en Su Palabra -La Biblia-. El Se or me ha dado unos maravillosos amigos cristianos a los que considero perlas de gran valor. Su constancia y paciencia en nuestras largas charlas me han demostrado que Dios "tiene un pueblo para Su Nombre". (Hechos 15:14).

Después de tanta oscuridad espiritual, es un gozo poder decir: Al Fin Libre!

Silvia Peralta Morillo


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