Un
buen día me sentí perseguido y acosado por los que yo pensaba que eran
mis hermanos y los únicos cristianos verdaderos. Fue tanta la
impotencia, que escribí esta carta a la sucursal de la Watchtower en
Colombia. Mi deseo al hacerla publica es que sirva de testimonio sobre
los métodos intimidatorios que usan los testigos de Jehová.
Conocí a los testigos de Jehová en el año 1986, cuando una pareja de ellos
llegaron a la puerta de nuestra casa materna.
Desde aquel año nuestras creencias religiosas giraron alrededor
de lo que la sociedad Watch Tower de New York dictaba.
Durante más de diez años comíamos y respirábamos
lo que proporcionaba el equivocadamente
llamado “esclavo fiel y discreto”.
Fue una época donde veíamos situaciones muy irregulares, que
nunca comentábamos públicamente por
temor a las represalias que esto podía generar, como ser censurados o
hasta expulsados de la congregación.
Siempre existieron muchas dudas por los cambios doctrinales que se dan con
regularidad en el seno de la “organización”, y que los adeptos a la
agrupación tienen que aceptar sin mayores explicaciones.
Así como la carga de “arreglos, normas y reglas”
de carácter humano que se establecen y que afectan el modo de
vivir de las personas que de buena fe llegan allí.
El nacimiento de nuestra primera hija fue definitivo para decidir si seguíamos
o no asistiendo a las
reuniones y participando en las actividades que se programaban en la
congregación. Vimos que no
era justo con la niña y con nosotros mismos seguir sometidos a una
reglamentación que violaba y vulneraba nuestros derechos fundamentales.
Fue por ello, que para mediados
del año 1999, de forma voluntaria dejar de asistir a las reuniones.
Desde ese momento se
desató una persecución que nunca imaginamos por parte de nuestros
propios hermanos en la fe. Inicialmente el hostigamiento se dio por
parte de mi familia política que permanecen todavía dentro de la
organización. Seguidamente nos vimos acosados y perseguidos por los
ancianos de una congregación a la cual nunca pertenecimos, se dieron a
la tarea de hacernos “investigación” para saber nuestra ubicación
y horarios de nuestras actividades.
Fue por esto, que el día 27 de abril de 2000 en las primeras horas de la mañana
se protagonizaron los hechos que me obligaron a escribir la carta que
verán a continuación. Dicho
documento nunca ha sido contestado de manera oficial por los
representantes de la Watch Tower en Colombia.
Juzguen ustedes:
Puede contactar con el Autor en la siguiente dirección: Luis A. Bonilla
Contribuido.
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