ANNA


“Estoy aprendiendo a elegir con mi propia libertad”


El 13-04-2000, aparecía un artículo en el número 208, de una revista del norte de España. En ella, y en el apartado Testimonio, aparecían las ‘Confesiones de Anna: testigo de Jehová durante 23 años’ en el que efectivamente, esta mujer de 42 años, relata sus vivencias dentro del colectivo testigos de Jehová.
Como hay que ser muy valiente para dar los pasos que dio Anna, y salir de los Testigos, es por lo que traemos aquí su relato, y lo leemos con una multitud de sensaciones de respeto y afinidad por los años que nosotros también estuvimos en este grupo.



Yo tenía dieciséis años y una infancia difícil. Era una persona inquieta y llena de preguntas. En casa de una pariente conocí a una señora de unos sesenta años, muy cariñosa, la abuela que habrá querido tener siempre. Tenía a todas horas una Biblia en la mano y hablaba de justicia y de salvación. Yo la ataqué con toda mi rabia de adolescente y le dije:

-«Dios es injusto».

Ella empezó a hablarme, a hacerme leer su Biblia. Pronto, me aseguraba:

-«Todos los sufrimientos del mundo acabarán».

Sus palabras me conquistaron. Su Biblia era la de Jehová. Me encontré leyendo con fervor un libro, «La verdad que conduce a la vida eterna«», difundido en millones de ejemplares en el mundo y conocido como la «Bomba azul».

Anna tiene hoy 42 años. Ha pasado 23 con los testigos de Jehová. Ha convertido a su marido y ha educado en la doctrina de este grupo a sus dos hijos, hoy adultos. Tras vivir fielmente dentro de las directrices de los Testigos, Anna, persona inquieta, no dejó de hacerse preguntas. Y así con gran trabajo interior, y arriesgando destruir su matrimonio, ha abandonado a este grupo. Tras meses de discusiones y peleas también el marido ha seguido sus pasos, así como sus hijos.

Hoy mira su vida y la relata con pasión y aturdimiento, como si de pronto se hubiera despertado de un sueño. Yo era ama de casa –explica Anna- porque los testigos nos presionan en este sentido. Quien manda es el marido, la mujer debe obedecer, ha sido creada en función del hombre. La concepción de la vida es muy puritana, la familia, «debe» ser ejemplar, los hijos, obedientes y sometidos. Hemos educado a los niños con mucha rigidez.

Es de lo que más me arrepiento: me parece que les he arrebatado su infancia. Cuántos dramas por las fiestas de los compañeros de la escuela, a las que ellos no podían ir porque las fiestas se consideran diabólicas, una participación en el reino de Satanás. Todo lo que estaba fuera de nosotros, «salvados», estaba en poder del Mal. Hoy me doy cuenta de cómo esta educación les ha llevado a ver enemigos en todos los extraños. Les enseñábamos que el fin estaba cerca, inminente, y que Dios destruiría a los malos, es decir a los otros. Nos creían, pero con un creciente rencor hacia lo extremo, hacia aquellos «otros» que se divertían. Te encierras en un mundo diferente. Usas palabras diferentes. Y te sientes cómodo sólo «dentro». Tu sentido crítico es suprimido metódicamente. No es posible exponer ninguna duda sobre la doctrina. La duda viene de Satanás.

En un momento te conviertes en «apóstata». Y al apóstata no se le debe ni siquiera saludar. Es más, hay que odiar a los apóstatas. Si dudas te quedas solo enseguida. No puedes ni siquiera tener dudas hablando con un amigo. Está la obligación de la delación.

Cinco reuniones a la semana, largas funciones dominicales, la escuela del ministerio (Te enseñan cómo contactar a las personas a convertir. Se nos ejercita en preguntas y respuestas. Está estructurada como una escuela de marketing). Libros y artículos para leer. No te queda tiempo para mirar «fuera», dice Anna.

Los últimos meses en el grupo han sido un linchamiento moral. Yo era soberbia, envidiosa, mala. Apóstata. Al irme estaba completamente sola y mi vida se me caía encima. Fui a ver al párroco. Me escuchó con prisa, luego me dijo:

-«Señora yo no veo cuál es su problema. Basta que el domingo se confiese, y ya puede volver a la Iglesia».

Me habría puesto a llorar. No comprendía lo difícil que es volver atrás, entrar en aquella Iglesia que durante veinte años había sido para mí el lugar de la mentira. Aquel sacerdote no comprendía absolutamente mi drama. Luego encontré a un sacerdote del GRIS (Grupo de Investigación sobre las Sectas), el padre Minuta. Durante horas, por teléfono, me ha explicado, me ha escuchado, me ha dado ánimos. Ahora estoy fuera, con mi familia. Estamos aprendiendo a elegir con nuestra libertad. Me queda el dolor de la educación dada a mis hijos. El chico, para ser fiel a la objeción al servicio militar, estuvo en la cárcel y le empujé yo misma.

Conviene recordar que la doctrina de los testigos de Jehová no es cristiana; no ven a Cristo como el Salvador, una de las tres Personas divinas de la Trinidad.

COMENTARIOS DE LA REDACCIÓN:

Independientemente de la opción religiosa que ha adoptado Anna, tan respetable como la de cualquier ser humano que en libertad, tiene el derecho de encauzar sus inquietudes religiosas de la manera que considere más conveniente, e independientemente de los comentarios finales del redactor del artículo, respetados pero no compartidos, es de destacar algunos apuntes de Anna que pueden ser útiles para meditar en el poder sutil de los grupos religiosos con características parecidas a los testigos de Jehová.

Primero atraen con un mensaje sugerente, que relacionan con alguna promesa bíblica, [«Sus palabras me conquistaron»] después adoctrinan con un trabajo meticuloso que abarca todo ámbito de la vida, [«Me encontré leyendo con fervor», «Se nos ejercita en preguntas y respuestas», «Tu sentido crítico es suprimido metódicamente»] y finalmente crean dependencia para que el adepto tenga pocos motivos para ni tan siquiera pensar en abandonar el grupo. [«Te encierran en un mundo diferente»].

¿Es usted capaz de discernir si alguien manipula su pensar y creer?

Esperamos que la experiencia de Anna le sea útil.

Contribuido.


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