Herodes el Grande

ANTONIO PIÑERO

Catedrático, es autor de la novela «La puerta de Damasco» sobre la vida de Herodes el Grande, que en breve reeditará Esquilo .

 

ORDENO que en sus funerales 300 nobles fueran asaeteados. Pero parece que la «matanza de los inocentes» es leyenda. El profesor reflexiona sobre el personaje en la semana en que se encontró su tumba.

 

ey de los judíos durante 33 años (del 37 al 4 a.C.), amado, odiado y admirado por su pueblo y hoy resucitado gracias al hallazgo de su tumba el pasado martes en la zona arqueológica de Herodium, próxima a Jerusalén. El primero que escribió su vida para el gran público griego y romano, el historiador judío Flavio Josefo, lo denominó El Grande. Herodes nació el 73 a.C. en Idumea, una región de antiguos pastores nómadas no plenamente judíos, al sur de Israel. El padre era idumeo y su madre, Cipro, árabe nabatea. La sangre de Herodes distaba mucho de ser puramente judía.

El progenitor, Antípatro, era el valido del rey Hircano II de Israel y aprovechó para nombrar a dos de sus hijos para altos cargos. Al mayor, Fasael, gobernador militar de Judea. A Herodes, gobernador de Galilea con poco más de 20 años.

Herodes había heredado la fortaleza y las ambiciones de su padre, y actuó de modo enérgico en Galilea. Acabó por medio de emboscadas con los bandidos de la región pero también con los aristócratas nacionalistas que preferían como rey no a Hircano II, sino a su hermano Aristóbulo. Su actuación fue tan efectiva, pero tan ilegal y violenta, que adquirió ya fama de bárbaro. Entonces, el sanedrín lo convocó en Jerusalén para un juicio sumarísimo. Se presentó con todo su ejército: colocó a sus soldados fuera del tribunal y él mismo entró con sus armas en la sala del juicio. Insólito en Israel.

Como la condena a muerte era segura, Herodes huyó a Siria. Allí, los gobernantes romanos lo recibieron amistosamente. Pasado un tiempo, su padre Antípatro (año 43) fue asesinado por otros aristócratas, enemigos también de Hircano II. En tres jornadas, Herodes se presentó en Judea con un ejército prestado por el gobernador romano de Siria y acabó con los asesinos.

Herodes era muy competente en política: tras la muerte de Julio César, fue amigo sucesivamente de Casio, uno de los asesinos de César, y luego de Marco Antonio, uno de sus vengadores. Finalmente de Augusto, enemigo mortal de Marco Antonio en sus últimos días. ¡Espléndida muestra de habilidad!

Hacia el 40 a.C., un sobrino del monarca reinante, llamado Antígono, pretendió lo mismo que su padre: recuperar para sí el trono judío. Contaba con el apoyo de la aristocracia de Judea y Galilea, y con muchos judíos, descontentos con Hircano II y sobre todo con el gobierno de sus validos idumeos, Herodes sobre todo. Además, a Antígono se le ocurrió aliarse con los partos, que invadieron Judea y entronizaron a Antígono como rey de Jerusalén.

En un primer momento Antígono y los partos lograron matar a Fasael, hacer que huyera Herodes y tomar prisionero a Hircano II, al que le cortaron la oreja derecha (le inhabilitaron para seguir siendo sumo sacerdote). Pero estas maniobras no podían ser duraderas. Antígono y los partos eran enemigos de los romanos. Así que éstos ayudaron a Herodes: el Senado en Roma (40 a. C.) le nombró rey de Judea y le dieron tropas y dinero para luchar contra los invasores. La unión de Herodes y los romanos logró en tres años la victoria. Herodes hizo degollar a Antígono y desde el 37 a.C. fue rey de hecho de Judea, mientras el desorejado Hircano marchaba al destierro.

Para completar su triunfo, Herodes se casó con Mariamme I, nieta de Hircano II, con lo que él -¡un rey ilegal nombrado por los romanos!- buscaba la legalidad emparentándose con la familia real. Ya estaba casado con una tal Doris, con la que tenía un hijo al que había puesto el nombre de su abuelo, Antípatro. Herodes repudió a Doris y se quedó con Mariamme. A lo largo de su vida Herodes tuvo otras ocho, algunas simultáneas, y 15 hijos. A varios terminó matándolos.

Dedicado a afianzar su reino, persiguió sañudamente a la aristocracia disidente: mató a casi todos y confiscó sus bienes. Nombró a los sumos sacerdotes a su antojo, se rodeó de un ejército de mercenarios y formó un cuerpo de policía que vigiló de tal modo la nación que no se movía una hoja sin que él se enterase. Tenía calabozos y salas de tortura en sótanos de palacio, y los confidentes de la policía traían a diario a sospechosos, a los que torturaban horriblemente. Cuenta Flavio Josefo que se formó como una especie de estado policial.

A pesar del terror, fue Herodes en política interior un hombre muy brillante. Su férrea política de impuestos le permitió fundar nuevas ciudades, la más famosa fue Cesarea Marítima. Dignificar Jerusalén reconstruyendo el palacio real y la fortaleza Torre Antonia. Alzar un teatro, un hipódromo... y casi hizo de nuevo el antiguo Templo de Salomón.

En política exterior, tuvo fama de hábil y espléndido con sus amigos. Su reinado alcanzó su máximo fulgor cuando consiguió la amistad de Octavio, luego el emperador Augusto, cuando éste derrotó en el año 31 a.C. a Marco Antonio y Cleopatra y se hizo dueño del mundo. Herodes se ganó la confianza de Augusto, quien le concedió más poder y territorios. Al final, Herodes tenía un reino superior en extensión al del rey David y Salomón. Nunca antes otro rey de Israel le había igualado.

Formó una espléndida corte de poetas, filósofos, historiadores y maestros de retórica. Herodes pretendía que los judíos abandonaran su proverbial retraso, aceptaran la cultura grecorromana y se hicieran ciudadanos del Imperio. Fracasó. Los judíos nada querían saber de culturas extranjeras que ponían en peligro la pureza de su fe.

La gloria de su reinado se vio empañada por sus problemas domésticos. También su familia sufría de la opresión que él había impuesto para gobernar a un pueblo del que se quejaba que era su enemigo. Herodes acabó viendo intrigas por todas partes para arrebatarle el trono -algunas fueron reales-. Acabó matando a su mujer Mariamme, a sus hijos Aristóbulo y Alejandro y a su primogénito, Antípatro, ¡cinco días antes de su propia muerte!

PARTIDO DE LOS FARISEOS

Los últimos 10 años de su reinado fueron de turbulencias domésticas y problemas con el pueblo judío que le odiaba cordialmente. Dos frentes se opusieron a que alguno de sus hijos siguiera con el trono: la nobleza, sobre todo la sacerdotal, harta de su control del templo, y el partido de los fariseos, enemigos declarados de Herodes al final. Los deseos de ambos grupos eran la independencia de Israel bajo el mando de un sumo sacerdote, o una suerte de protectorado romano con amplia autonomía.

A lo largo de 33 años del reinado de Herodes murió mucha gente. Sin embargo, la llamada matanza de los inocentes que cuenta el Evangelio de Mateo (2, 13-18) no parece ser histórica. Las razones son: se halla en un contexto fuertemente legendario, la historia de los magos; es en sí inverosímil, y no está atestiguada por Flavio Josefo, que se ocupó de contar los momentos finales de Herodes. La leyenda se montó fácilmente entre los cristianos por dos motivos: se acomodaba a la terrible fama del monarca y, segundo, porque se supo que Herodes había dado órdenes a Salomé, su hermana, para celebrar su muerte. Debería encerrar en el anfiteatro de Jericó a 300 nobles y asaetearlos. «¡Así llorará todo el país de verdad!», dijo. Su hermana no se atrevió a cumplir su orden.

Augusto hizo caso a medias a los detractores de Herodes. A su muerte, dividió su reino en tres. Arquelao recibió Judea y Samaría. Herodes Antipas consiguió Galilea y Perea, y otro hijo menor, Filipo, Iturea y Traconítide. No tenían título de rey, sino de etnarca o jefe del pueblo.

Herodes murió tras grave enfermedad poco antes de la Pascua del año 4 a.C., y fue enterrado con gran pompa en el palacio-fortaleza de Herodion. De su brillante reinado quedó poco. En unos 70 años se precipitaron de tal modo los acontecimientos que los judíos de su antiguo reino se enfrentaron a Roma y fueron casi barridos de la faz de Israel.