Mi vida en la organización que Jehová dirige por su espíritu


ALBERT D. SCHROEDER


Autobiografía recogida de La Atalaya de 1 de Marzo de 1988, pág. 10-17



EL PRIMER domingo de junio de 1934 Alex Jones y yo estábamos predicando de casa en casa en Jersey City, Nueva Jersey, E.U.A. ¡De repente, miembros de la policía irrumpieron en el apartamento donde estábamos, nos arrestaron, nos metieron rudamente en un automóvil y nos llevaron a la cárcel!

Tres días después, un juez nos pronunció culpables de vender sin licencia y nos sentenció a diez días de cárcel. Nos llevaron a la prisión del municipio de Hudson, y tuvimos que desvestirnos, tomar un baño esterilizante y ponernos ropa de prisioneros. Entonces nos metieron en una celda.

Allí tuve tiempo para reflexionar. Tenía solo 23 años, y estaba satisfecho con mi vida de ministro de tiempo completo en el Betel de Brooklyn. Permítame compartir con usted algunas de aquellas reflexiones.

Agradecido a mi abuela

Particularmente recordé con cariño a mi abuela materna, Elizabeth Darger. Antes de 1870 sus padres se habían trasladado con su familia de Alemania a Michigan, E.U.A. Ella enseñaba alemán e inglés en las escuelas públicas y vivía con nosotros en casa de mis padres luteranos, en Saginaw, Michigan, donde yo nací. Durante la I Guerra Mundial, ella y sus hermanas, que eran maestras, se asociaron con los Estudiantes Internacionales de la Biblia, conocidos ahora como testigos de Jehová.

Aunque mis padres exigían que yo asistiera a la escuela dominical luterana, permitían que abuela me hablara de sus emocionantes creencias bíblicas. Ella leía la Biblia en latín y griego, e inculcó en mí el deseo de estudiarla en sus idiomas originales. Con afecto recordé las conmovedoras conversaciones bíblicas con mis tías abuelas sobre el gobierno del Reino de Dios que pronto dominaría por toda la Tierra según Daniel 2:44.

En 1923 abuela me ayudó a entender la Biblia con la ayuda de un libro de la Sociedad Watch Tower, El Arpa de Dios, y yo a veces también la acompañaba a las reuniones de la Congregación de Saginaw. Ahora, mientras me hallaba preso, reflexioné sobre aquellas reuniones, sobre los programas de radio de la Watchtower transmitidos por la emisora WBBR de Brooklyn, Nueva York, y sobre otras experiencias que influyeron en mi vida.

Por ejemplo, recordé haber oído la transmisión de un discurso del juez Joseph F. Rutherford, presidente de la Sociedad Watch Tower, en la asamblea que los Estudiantes de la Biblia celebraron en Toronto, Canadá, en 1927. En 1928 asistí a mi primera asamblea, en Detroit, Michigan. Allí escuché al hermano Rutherford hablar en persona. En aquella asamblea me regocijé al gritar “Sí” en apoyo de la resolución titulada “Declaración en contra de Satanás y de adhesión a Jehová”. Se presentó allí el nuevo libro Gobierno, que mostraba que el Reino de Dios es un gobierno teocrático, no democrático.

Reflexiono sobre mis días escolares

También reflexioné sobre mis días escolares. Por instancia de mis padres —que no querían que llegara a ser ministro de tiempo completo—, acepté una beca para estudios universitarios. Así, en septiembre de 1929 fui a la Universidad de Michigan en Ann Arbor para estudios lingüísticos y de economía e ingeniería. La señora Judson, dueña del edificio donde me alojé, tenía alguna asociación con la Congregación de Ann Arbor de los Estudiantes de la Biblia. Cuando regresé a la escuela en el otoño de 1930, me dijo que un buen muchacho de Alabama acababa de mudarse a la habitación de enfrente y ella creía que respondería a “nuestro mensaje bíblico”. ¡Y así fue! William Addison Elrod y yo no tardamos en ser buenos amigos cuando él abrazó las verdades bíblicas; y hemos seguido siendo amigos hasta hoy.

Bill Elrod y yo tomamos un curso de agrimensura en el verano de 1931, y por eso no pudimos asistir a la asamblea de aquel año en Columbus, Ohio. No obstante, el domingo 26 de julio escuchamos la transmisión radial del discurso público y estuvimos entre el entusiástico auditorio invisible que aceptó el hermoso nuevo nombre de “testigos de Jehová”.

En aquellos días, en el recinto universitario se consideraban extensamente las formas de gobierno socialista, fascista y comunista. En octubre de 1931 Winston Churchill nos habló —a 3.000 estudiantes— en defensa de la democracia como todavía la mejor forma de gobierno. Luego, en diciembre de 1931, lord Bertrand Russell, el famoso matemático y filósofo inglés, nos habló sobre el pacifismo. Algún tiempo después, el Dr. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank de Berlín, Alemania, consideró lo necesario de que hubiera control nacionalista de las economías; en otras palabras, habló en apoyo del nacionalsocialismo, o nazismo. Dos años después aquel hombre servía en el gobierno de Hitler como ministro de Economía.

Después de oír a aquellos estadistas mundiales, quedé más convencido que nunca de que solo la gobernación real del Mesías puede ser un gobierno mundial satisfactorio. Por eso, Bill Elrod y yo hicimos planes para terminar nuestra educación universitaria el 15 de junio de 1932 y entonces emprender juntos la predicación de tiempo completo, ahora conocida como el servicio de precursor.

Empezamos nuestro servicio de precursores antes de habernos bautizado, porque todavía no se entendía claramente si era necesario que los que tenían la esperanza de vivir en la Tierra se bautizaran o no. Sin embargo, después de haberme bautizado en el lago Vandercook, en Michigan, el 24 de julio de 1932, vi con claridad que mi esperanza había cambiado a la de un ungido, y esto fue confirmado por el ‘testimonio del espíritu’. (Romanos 8:16.)

Servicio en el Betel de Brooklyn

El 9 de septiembre, mientras éramos precursores en Howell, Michigan, Bill salió corriendo de la oficina de correos con la hoja amarilla de un telegrama en la mano. Al abrirlo, leímos la invitación del hermano Rutherford para que fuéramos a servir en Betel tan pronto como se nos hiciera conveniente. Solo nos tomó 72 horas finalizar todo lo relacionado con nuestro servicio de precursores, y entonces viajamos los 1.100 kilómetros a Brooklyn en nuestro automóvil Ford modelo T. Finalmente cruzamos el puente de Brooklyn y llegamos a Betel el 13 de septiembre de 1932. En aquel tiempo la familia de Betel tenía unos 200 miembros, la mayoría de los cuales eran de los hermanos ungidos del Rey.

Después que hube trabajado en la fábrica por varias semanas, fui asignado al Departamento de Servicio. El superintendente era el amable hermano irlandés Thomas J. Sullivan. Él siempre nos recordaba a nosotros, los jóvenes, lo siguiente: ‘Cuando se les presenten problemas, asegúrense de conseguir todos los hechos antes de sugerir una solución’. (Proverbios 18:13.) Como conocedor de lo que decía, añadía: “¿Qué prisa tienen? Den a Jehová una oportunidad. Observen qué hace su espíritu en cuanto al asunto”.

Al reflexionar sobre aquellas experiencias del pasado mientras me hallaba preso, me regocijé por el privilegio de sufrir por causa de la justicia, como lo hicieron Jesucristo y los apóstoles. (Juan 15:20; 1 Pedro 4:16.) En retrospección, reconozco que aquellas experiencias me preparaban para privilegios futuros.

Emocionante nueva luz

A principios de 1935, unos seis meses después que hube salido de la prisión y regresado a Betel, recuerdo que, a la mesa, en Betel, se habló varias veces sobre quiénes serían la “gran multitud” o “gran muchedumbre”. (Revelación 7:9, 13, Reina-Valera Revisada [1960]; Traducción del Nuevo Mundo.) Algunos opinaban que era una clase celestial secundaria, como había enseñado el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, el hermano Russell. Sin embargo, otros afirmaban que los de la “gran muchedumbre” tenían la esperanza de vivir en la Tierra. En aquellas ocasiones, el hermano Rutherford nunca se expresó a favor de un lado ni del otro.

Todos nosotros los de Betel viajamos entusiasmados por tren especial a Washington, D.C., para la asamblea que se celebraría desde el 30 de mayo hasta el 3 de junio de 1935. El segundo día de la asamblea, el hermano Rutherford presentó la electrizante noticia de que la “gran muchedumbre” es en realidad una clase terrestre. En el momento culminante, preguntó: “¿Quisieran, por favor, ponerse de pie todos los que tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra?”. Aproximadamente la mitad de las 20.000 personas en concurrencia se puso de pie. Entonces el hermano Rutherford proclamó: “¡Miren! ¡La gran muchedumbre!”. Por un momento hubo silencio. Entonces todos dimos un clamor gozoso, y el aplauso fue vigoroso y largo. El día siguiente se bautizaron 840 personas, y la mayoría era de la clase terrestre.

Aquella nueva luz de 1935 sobre la “gran muchedumbre” condujo a que se dieran pasos de reorganización en 1936 como preparación para el afluir esperado de los miembros de esta clase. Por ejemplo, hasta entonces había una sola congregación grande de habla inglesa en la ciudad de Nueva York, pero ahora se formaron nuevas congregaciones, y a nosotros, los ungidos más jóvenes, se nos asignó como superintendentes. ¡Hoy hay 336 congregaciones en la ciudad de Nueva York!

Una nueva asignación

El jueves 11 de noviembre de 1937 resultó ser un día de gran importancia para mí. Se me había pedido que me presentara en la oficina del hermano Rutherford aquella tarde a las tres. Llegué a tiempo, preocupado, pensando en que quizás recibiría una reprensión. Pero después de una conversación amigable el hermano Rutherford quiso saber si yo estaría dispuesto a aceptar otra asignación.

“Estoy dispuesto a servir dondequiera que se me necesite”, respondí.

Entonces, para sorpresa mía, el hermano Rutherford preguntó: “¿Le gustaría servir en el Betel de Londres como siervo de la sucursal?”.

“¡Esa es una asignación grande!”, comenté.

“Además, significa un boleto de ida nada más, y concordar en quedarse allí hasta después del Armagedón. Así que le daré tres días para que decida”, continuó él.

“Hermano Rutherford, no necesito los tres días. Si es la voluntad de Jehová que yo vaya, ¡mi respuesta es sí!”

“Ya lo sabía —respondió—. El hermano Knorr tiene su boleto para el transatlántico Queen Mary, que sale para Inglaterra el miércoles próximo.”

Me pareció que todo daba vueltas. “Durante los días siguientes se le adiestrará”, concluyó el hermano Rutherford.

Cuando regresé al Departamento de Servicio, en la fábrica, el hermano Knorr empezó a reírse al notar lo sorprendido que yo estaba. Él sabía lo que acababa de pasar. Nathan Knorr era superintendente de la fábrica y había viajado antes a Inglaterra con el hermano Rutherford. Inmediatamente empezó a adiestrarme en el funcionamiento de una sucursal. Pocos días después volví a ver al hermano Rutherford para recibir más preparación.

El consejo del hermano Rutherford, basado en Miqueas 6:8, fue que ‘hiciera lo justo, sostuviera firmemente las normas de la organización, apoyara las normas bíblicas, estuviera presto a obedecer y no me dilatara en las labores. Que fuera bondadoso al tratar con los hermanos, participara con regularidad en el servicio del campo y fuera humilde al andar con Dios’. Dijo que no había habido adelanto en el campo británico porque los superintendentes de sucursal anteriores no habían apoyado de lleno el ministerio del campo. Por eso, para concluir enfatizó: “Estimule un aumento en el ministerio del campo. Ahora mismo Gran Bretaña necesita 1.000 precursores, no solo los 200 que tiene”.

Recibido en Inglaterra

Cuando el Queen Mary llegó a Southampton, viajé por tren a Londres y luego por taxi a la sucursal de la Sociedad, que por 26 años había estado en el 34 de Craven Terrace, Lancaster Gate. El vicepresidente de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia me recibió cordialmente. Le entregué la carta del hermano Rutherford que lo autorizaba a relevar de su puesto al siervo de la sucursal y notificar a la familia de Betel que yo lo reemplazaría. Esto se hizo durante el almuerzo, al mediodía, y los 30 miembros de Betel me recibieron afectuosamente.

Con el tiempo conocí a muchos siervos de sucursal y representantes europeos. Eran ungidos que, sin transigir, llevaban la delantera en la predicación a pesar de los obstáculos que presentaba la era de Hitler, hombres como: Martin Harbeck, de Suiza; Charles Knecht, de Francia; Fritz Hartstang, de los Países Bajos; Johan Eneroth, de Suecia; William Dey, de Dinamarca, y el valeroso Robert Winkler, de la organización para la predicación clandestina que la Sociedad sostenía en Alemania. Por todo medio que armonizara con las Escrituras, aquellos denodados hombres de fe resistieron las crueles persecuciones nazis.

Visita del hermano Rutherford

En 1938, el año antes de estallar la II Guerra Mundial, los británicos habían desarrollado la transmisión radiotelefónica transoceánica. Sus ingenieros concordaron en conectar cuatro continentes para una asamblea especial que se originaría en Londres, del 9 al 11 de septiembre. Para la asamblea se consiguió el Royal Albert Hall, el más grande de los auditorios londinenses que pudieran servir para la asamblea. El grupo del hermano Rutherford —entre ellos estuvo Nathan Knorr— llegó varias semanas antes de la asamblea para hacer las preparaciones.

Para anunciar el discurso público se organizaron desfiles con cartelones o pancartas de información. Antes de comenzar la primera marcha de información, el hermano Rutherford me dijo que quería hablarme. Mientras considerábamos asuntos de la asamblea, él iba escribiendo algo, como solía hacer mientras hablaba con alguien. Desprendió de un bloque de papeles lo que había escrito y me lo entregó. “¿Qué le parece esto?”, preguntó.

“LA RELIGIÓN ES UN LAZO Y UN FRAUDE”, decía.

“Me parece fuego puro”, respondí.

“Eso es lo que quiero”, dijo. Entonces mandó que se hicieran pancartas con aquella frase para usarlas el miércoles por la noche durante la primera marcha de información relacionada con la asamblea. La noche siguiente Nathan Knorr y yo dirigimos la marcha de unos mil hermanos por 10 kilómetros por el centro de Londres.

La mañana siguiente el hermano Rutherford me llamó a su oficina y me pidió un informe sobre la marcha. “Muchos nos llamaron comunistas y ateos y dijeron otras cosas ofensivas”, dije. Entonces pasó unos minutos pensando y al fin desprendió de su bloque de papeles una hoja que sugería el lema: “SIRVA A DIOS Y A CRISTO EL REY”. Pensó que el mezclar cartelones con estas palabras con los otros neutralizaría la reacción de expresiones de oposición, y así sucedió. Aquella asamblea de 1938 tuvo buen éxito. Las sesiones principales del sábado y el domingo, con el discurso principal, “Enfréntense a los hechos”, fueron transmitidas sin percance simultáneamente a 49 asambleas en todo el mundo de habla inglesa.

Después de la asamblea, los siervos de sucursal de los países europeos tuvieron una reunión para recibir adiestramiento. En esta reunión el hermano Rutherford me reprendió severamente por la falta de adiestramiento de los acomodadores. Se me saltaron las lágrimas. Después, William Dey, de Dinamarca, me consoló en privado; me dijo que el hermano Rutherford estaba utilizándome para instruir a todos indirectamente. ¡Y así era! Al día siguiente el hermano Rutherford, a quien le gustaba ponerse un delantal y cocinar, nos invitó a todos a una cena especial que había preparado. Todos disfrutamos de aquella deleitable ocasión.

Los años de la II Guerra Mundial

El 1 de septiembre de 1939 Hitler invadió a Polonia. El domingo 3 de septiembre la Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania. Miles de nosotros estábamos predicando en el campo en Inglaterra aquella mañana, y, apropiadamente, ofrecíamos el nuevo libro Salvación. En todo lugar la gente había sufrido una sacudida; algunas mujeres lloraban. Dejamos en manos de la gente toda la literatura bíblica que llevábamos mientras la consolábamos con las Escrituras.

El mes siguiente recibimos un ejemplar por adelantado del artículo del 1 de noviembre de 1939 de La Atalaya titulado “Neutralidad”. Llegó precisamente cuando se necesitaba, pues describía la posición bíblica de los verdaderos cristianos durante los conflictos mundanos. (Juan 17:16.) Pronto, centenares de nuestros hermanos y hermanas de Gran Bretaña empezaron a ser arrestados y encarcelados.

La guerra aérea sobre Gran Bretaña, llamada la Batalla de Inglaterra, se intensificó hacia fines de 1940 y continuó hasta 1941. En Londres, aguantamos 57 noches consecutivas de bombardeos que duraban 14 horas. El aire estaba lleno de ruidos perturbadores. Por todas partes ardían fuegos. Veintinueve bombas cayeron a 460 metros de Betel. Las bombas incendiarias damnificaron nuestro gran Salón del Reino adyacente a Betel, pero nuestros hermanos, adiestrados en combatir el fuego, pronto lo controlaron.

Experimentamos muchas de las restricciones que son comunes durante la guerra, entre ellas el racionamiento de alimentos y límites impuestos al viaje. Sin embargo, seguimos adelante predicando de casa en casa y hasta aumentamos la predicación. Gran Bretaña tenía 4.375 publicadores en 1937, pero el número aumentó a 12.436 para 1942. ¡Los precursores habían aumentado de 201 cuando llegué a Inglaterra en 1937 a 1.488 en 1942! De seguro Jehová ha bendecido abundantemente aquella siembra temprana por los predicadores en el campo. Ahora, más de 50 años después, pasa de 109.000 la cantidad de los publicadores del Reino en Gran Bretaña, entre ellos más de 6.000 precursores regulares.

Con la ayuda del espíritu de Jehová, del 3 al 7 de septiembre de 1941 logramos lo que funcionarios gubernamentales llamaron “imposible”. Celebramos la mayor asamblea de testigos de Jehová en Gran Bretaña hasta aquella fecha. En el auditorio De Montfort Hall y su terreno circundante, en Leicester, más de 12.000 personas se reunieron en aquellos tiempos de guerra. Este mismo salón se utilizó cuando la Sociedad tuvo la reunión anual de su corporación en Leicester en 1983. Más de tres mil de nosotros recordamos entonces las experiencias de aquella asamblea de 1941 durante la guerra.

En aquellos años de conflicto la oficina de Londres se convirtió en centro de refugiados. El teléfono sonaba constantemente. Se estableció un fondo de socorro que permitía dar ayuda inmediata a los hermanos damnificados por los bombardeos. Además, hermanos refugiados de Polonia, Alemania, Noruega, Francia, Bélgica, Holanda y otros lugares pasaban a Londres, donde les suministrábamos ayuda. Muchos llegaron a ser precursores en Gran Bretaña.

Persona non grata

Tan pronto como los Estados Unidos entraron en la guerra, el 8 de diciembre de 1941, perdí mi exención de reclutamiento militar británico como ciudadano de los Estados Unidos. Por mi neutralidad cristiana, no pude obedecer las diversas órdenes del gobierno británico para que cumpliera deberes bélicos. Finalmente, el 6 de mayo de 1942 el gobierno británico me notificó que era persona non grata, y, por lo tanto, me ordenó que regresara a los Estados Unidos. El 1 de agosto el periódico Daily Herald, de Londres, presentó mi fotografía en primera plana, junto con el artículo: “Le han dicho: ‘Váyase a casa’”.

El lunes 24 de agosto de 1942 por la mañana dos detectives de Scotland Yard me arrestaron para deportarme. Me llevaron por tren a Glasgow, Escocia, donde pasé una noche en la prisión medieval de Barlinnie. Al día siguiente me llevaron al barco británico S.S. Hilary, donde continué bajo custodia. Nuestro convoy de 52 barcos tardó 13 días en cruzar el Atlántico zigzagueando para evitar los submarinos alemanes. ¡Escapamos de sus torpedos, y llegamos sin percance a Halifax, Canadá! Libre ahora, el día siguiente viajé por tren a Nueva York, y llegué el 10 de septiembre. Predicción notable del período de paz

Para mí fue un gran gozo estar de nuevo con los muchos hermanos afectuosos del Betel de Brooklyn. Había llegado a tiempo para asistir a la histórica asamblea de Cleveland, Ohio, del 18 al 20 de septiembre de 1942. Allí el hermano N. H. Knorr, el nuevo presidente de la Sociedad, pronunció el discurso: “Paz... ¿será duradera?”. Este discurso arrojó nueva luz sobre Revelación 17:8. Se reveló que las potencias aliadas vencerían y que surgiría una nueva “bestia de la paz” internacional. ¡Esto en verdad se realizó cuando, después de terminada la guerra en 1945, se estableció la Organización de las Naciones Unidas!

La Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower

Después de la reunión anual de la corporación de la Sociedad Watch Tower el 1 de octubre de 1942, el hermano Knorr como presidente pidió que Maxwell G. Friend, Eduardo F. Keller y yo fuéramos a su oficina. Nos dijo que aquella mañana se había decidido establecer una escuela misional bíblica en la Hacienda del Reino, en South Lansing, Nueva York. Dijo que yo sería el secretario general de la escuela y serviría como presidente del comité que la organizaría. Preparamos los excelentes cursos bíblicos con la ayuda del hermano F. W. Franz. Así comenzó un largo período de feliz cooperación con él en el adelanto de la educación bíblica.

El lunes 1 de febrero de 1943 por la mañana el hermano Knorr tuvo a su cargo la dedicación de lo que ahora se conoce como la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, en la Hacienda del Reino, cerca de South Lansing, Nueva York. Después del programa de dedicación empezaron las sesiones escolares en cuatro salas de clase, con 25 estudiantes en cada sala. El curso de educación cristiana adelantada duraría 20 semanas, y el libro de texto principal era la Biblia.

Me esperaban meses, y después años, de la bendita felicidad de estudiar a mayor profundidad la Biblia. ¡Junto con otros instructores devotos, agradecí a Jehová el privilegio de enseñar a aquellos estudiantes dedicados que amaban a Jehová y su obra, y llegar a su corazón! Hasta el año 1960, 3.700 estudiantes vinieron de 70 países para enriquecer las clases de nuestra escuela.

Mi vida de casado

Mientras asistía a las asambleas “Reino Triunfante” en Europa en 1955, renové mi amistad con mi estimada Charlotte Bowin, una de las estudiantes de la primera clase de Galaad en 1943. Por 12 años ella había sido fiel misionera en México y El Salvador. Ahora asistía a las asambleas europeas con su compañera Julia Clogston. De paso, los padres de Charlotte habían servido en el Betel de Brooklyn cuando eran solteros, allá en los tiempos del hermano Russell. Después, cuando se casaron, Martin Bowin fue superintendente viajante hasta que nació Charlotte en 1920.

En enero de 1956 Charlotte empezó a servir en Betel y fue transferida a la Hacienda del Reino. En agosto de 1956 nos casamos. Cuando Charlotte quedó embarazada, nos desalentamos, pues creíamos que esto significaría el fin de nuestro servicio de tiempo completo. Sin embargo, el hermano Franz nos animó con las palabras: “No han pecado al hacer fructífera la matriz. ¡Ánimo! Puede que de alguna manera Jehová los retenga en el servicio de tiempo completo”.

Y así fue. Continué en la facultad de la Escuela de Galaad. Primero vivimos en un apartamentito alquilado, y después, en 1962, nos mudamos a una casa nueva a poco más de kilómetro y medio de la escuela. Allí en South Lansing, Nueva York, se crió nuestro hijo, Judah Ben, quien nació en febrero de 1958.

Nos causó mucho gozo el criar a Judah Ben, pues siempre tratamos de aplicar los principios bíblicos. (Efesios 6:1-4.) Lo animamos a seguir lo que dice Miqueas 6:8, tal como yo procuraba aplicarlo en la vida. Después, Judah llegó a ser betelita de tercera generación, y sirvió en Betel por 12 años. Se casó con una hermosa hermana precursora, Amber Baker, en junio de 1986. Ahora son precursores en Michigan.

La escuela de ancianos

En la asamblea de 1958 en el Estadio de los Yanquis, el hermano Knorr anunció que se daría comienzo a una nueva escuela para los ancianos de las congregaciones, que sería conocida como la Escuela del Ministerio del Reino. El 9 de marzo de 1959, en la Hacienda del Reino, donde también funcionaba la Escuela de Galaad, la primera clase —de 25 estudiantes— comenzó su curso de cuatro semanas. En septiembre de 1960, cuando la Escuela de Galaad fue trasladada a Brooklyn, la Escuela del Ministerio del Reino permaneció en la Hacienda del Reino, donde pudimos adiestrar a cien ancianos mensualmente. Descubrí que el ser padre me fue ventajoso al enseñar a los cabezas de familia que asistían a la nueva escuela.

En 1967 aquella escuela fue transferida al Betel de Brooklyn. Después, en 1968 fue ubicada en Pittsburgo, donde, hasta 1974, miles de excelentes ancianos recibieron adiestramiento. Desde 1974 en adelante la escuela se condujo en varios Salones del Reino por todo el país. Mi esposa y mi hijo me acompañaron a estos diferentes lugares. Mientras yo enseñaba en la escuela, ellos seguían en su labor de precursores.

Más servicio real

En noviembre de 1974 estaba enseñando en la Escuela del Ministerio del Reino en mi ciudad natal de Saginaw, Michigan, cuando recibí una carta inolvidable de parte del Cuerpo Gobernante. En esta se me invitaba a ser miembro de aquel cuerpo, y también se invitaba a mi esposa y a mi hijo a ser miembros de la familia del Betel de Brooklyn. Por eso, el 18 de diciembre de 1974 nos trasladamos a Betel, y comencé a disfrutar de mis nuevos privilegios de servicio.

El Cuerpo Gobernante colabora bien en dirigir las actividades mundiales de los testigos de Jehová, publicar alimento espiritual para nuestra iluminación progresiva y tomar decisiones judiciales. Se reúne todos los miércoles, y la reunión comienza con oración y se pide la dirección del espíritu de Jehová. Se hace un verdadero esfuerzo por ver que todo asunto que se trate y toda decisión que se tome esté en armonía con la Palabra de Dios, la Biblia.

Como miembro del Cuerpo Gobernante, he visitado varias sucursales en función de superintendente de zona. Para mí ha sido muy conmovedor ver directamente la unidad del pueblo de Jehová en tantos países. También me ha causado gozo, personalmente, ver de nuevo a los muchos misioneros de Galaad que todavía efectúan trabajo fiel en sus asignaciones en el extranjero. Sí, ¡en todo país el pueblo de Jehová son las mejores personas, y las más felices!

Jehová suministra alimento espiritual simultáneamente a todo su pueblo mediante La Atalaya y otras publicaciones bíblicas. Todo esto es prueba de que Cristo Jesús ha sido nuestro Rey en funciones desde 1914, y de que nos dirigirá con éxito a través de la “gran tribulación” que tan cercana está. Finalmente, todos ustedes los jóvenes: ¡Sean sabios y háganse carreras de tiempo completo en el servicio sagrado ahora! Ustedes también experimentarán emocionantes privilegios que les esperan. (Miqueas 7:7.) Me regocijo con el cuidado providencial que Jehová me ha dado durante las décadas pasadas. Sus bendiciones verdaderamente me han enriquecido. (Proverbios 10:22.) Cada día agradezco a Jehová los privilegios de servirle en su organización dirigida por espíritu. (Revelación 7:14.)


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