Nota necrológica de...


CHARLES FEKEL


Aparecida en La Atalaya de 1 de Agosto de 1977, pág. 459



EL 24 de abril de 1977 uno que ‘perseveró gozosamente en la buena obra,’ Charles J. Fekel, completó su carrera terrestre a la edad de ochenta años. Él había nacido el 7 de marzo de 1897 en Bohemia, una parte de Austria-Hungría. Emigró con otros miembros de su familia a los Estados Unidos en 1905. Su educación religiosa incluyó enseñanzas católicas romanas y luteranas. Sin embargo, cuando escuchó a Charles Taze Russell hablar sobre el tema: “De ida y vuelta al infierno,” supo que había hallado la verdad de la Biblia. En 1916 se bautizó y al año siguiente entró en la obra de repartidor (precursor), que fue interrumpida por su arresto como resultado de la histeria de la guerra. Después de la guerra, precisamente cuando había empezado a testificar de tiempo cabal de nuevo, fue invitado a servir en el Betel de Brooklyn, la imprenta de la central de la Sociedad Watch Tower, el 14 de febrero de 1921.

Por más de cincuenta años él perseveró gozosamente en la buena obra de superintendente del departamento de composición de la fábrica, y era conocido por su disposición bondadosa y equilibrada. Llegó a ser miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová en noviembre de 1974. También sirvió en el Comité del Personal y se mantuvo activo hasta pocos días antes de su muerte. Se celebró un servicio conmemorativo para él el 2 de mayo de  1977. Confiamos plenamente en que a él, como miembro fiel del “resto” ungido, también aplican las palabras: ‘sembrado en deshonra y debilidad pero levantado en gloria y poder,’ y que ‘las cosas que hizo van junto con él.’—1 Cor. 15:43; Rev. 14:13.

Nota de la dirección de esta Web:

“Uno que perseveró gozosamente en la buena obra”, es el lema escogido para resumir la vida de este hombre.
¡50 años trabajando en una fábrica! ¿Y tienen la defachatez de denominar esa labor como "buena obra"? Entendemos que si dicha labor hubiera incidido en el cuidado de una familia, en la atención a un colectivo marginal, en el cuidado de enfermos, discapacitados, ancianos, etc., tal vez habriamos concordado en catalogar como 'buena obra' su trabajo perseverante, pero lamentablemente la labor en la perdió el tiempo este hombre incidió en el progreso de una sociedad mercantil americana, registrada como tal, y amparada en el subterfugio de ser instrumento de una religión.
Mientras este hombre perseveraba en su buena obra, millones de personas morían de hambre, por enfermedades, por guerras, por cataclismos naturales, y el no movió ni un dedo por ellos. Por tanto, con todo el dolor de nuestro corazón tenemos que decír que el 24 de abril de 1977 murió uno que ‘perseveró gozosamente en la buena obra' de enriquecer el poderío de una empresa, y de mirarse el ombligo.’


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