Nota necrológica de...


JOHN C. BOOTH


Anunciada en La Atalaya de 15 de Junio de 1996, pág. 32



“LO QUE verdaderamente cuenta no es dónde sirve uno, sino a quién sirve.” A John Booth le encantaba decir esas palabras y se regía por ellas. Su vida en la Tierra, que terminó el lunes 8 de enero de 1996, demostró a todas luces a quién había decidido servir.

En 1921, cuando era joven, John Booth buscaba el propósito de la vida. Enseñaba en la escuela dominical de la Iglesia Holandesa Reformada, pero se resistía a la idea de prepararse para ser ministro porque creía que los clérigos llevaban una vida egoísta. Cuando vio un volante que anunciaba el discurso titulado: “Millones que ahora viven no morirán jamás”, no se demoró en pedir la publicación que allí se ofrecía. Cautivado por lo que leyó, pronto empezó a viajar 24 kilómetros en bicicleta para asistir a las reuniones de los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová. Se bautizó en 1923 y comenzó a predicar de casa en casa en la región de Wallkill (Nueva York), donde su familia tenía una granja lechera.

El hermano Booth emprendió el ministerio de tiempo completo en abril de 1928. Predicó en su territorio natal y en las zonas rurales del sur, donde trocaba publicaciones bíblicas por comida y alojamiento. Tuvo que hacer frente a peligros, como a los dueños armados de alambiques ilegales para la destilación del alcohol, uno de los cuales en cierta ocasión hirió de un disparo a su compañero precursor. En 1935 el hermano Booth fue nombrado superintendente viajante, y empezó a visitar congregaciones y grupos pequeños por todo el país. Organizó asambleas y ayudó a los hermanos a perseverar pese a la oposición. Hacer frente a las chusmas encolerizadas, defender su postura ante los tribunales e ir a la cárcel llegaron a ser sucesos comunes en su vida. Escribió: “Se necesitaría un libro para explicar detalladamente lo que sucedió durante aquellos tiempos emocionantes”.

En 1941, Joseph F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, asignó al hermano Booth a trabajar en la Hacienda del Reino, cerca de Ithaca (Nueva York). Allí sirvió fielmente por veintiocho años. Su amor al ministerio nunca mermó, y a través de los años tuvo el placer de relacionarse con miles de estudiantes que recibieron preparación para ser misioneros en la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, que estuvo ubicada en la Hacienda del Reino hasta 1961. En 1970 se le pidió que sirviera en las Haciendas Watchtower de Wallkill (Nueva York), la misma zona donde había empezado a servir de precursor unos cuarenta y cinco años antes.

En 1974, al hermano Booth se le nombró miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, con sede en Brooklyn (Nueva York). Sirvió fielmente como tal hasta su muerte, a los 93 años de edad. Fue muy querido por su humilde y bondadosa personalidad cristiana. Predicó con fidelidad de casa en casa y en las calles hasta que su salud y fuerzas ya no se lo permitieron.

Aunque los que sirvieron con él lamentan su muerte, hallan consuelo en la promesa bíblica respecto a los cristianos ungidos, pues se les resucita a la vida celestial y “las cosas que hicieron van junto con ellos”. (Revelación [Apocalipsis] 14:13; 1 Corintios 15:51-54.) Un nuevo entorno, por cierto, pero uno en el que John Booth podrá servir a Jehová para siempre.

Nota de la dirección de esta Web:

Según palabras de Booth, “LO QUE verdaderamente cuenta no es dónde sirve uno, sino a quién sirve.” Afianzado en esta premisa, este Sr. se dedicó a servir durante toda su vida a una organización humana, creada por hombres, y al servicio de un colectivo de hombres, de los que formó parte durante 22 años.
El 8 de enero de 1996, demostró a todas luces a quién había decidido servir, al morir como miembro ACTIVO del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, a los 93 años de edad. Dicen que fue muy querido por su humilde y bondadosa personalidad, y no dudamos de sus cualidades. Dudamos de la idoneidad de su culto, y del laborioso trabajo que realizó durante su vida en favor de una organización humano.
Pero estamos seguros que 'Dios' no se dio cuenta de la errata.


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