Agradecido por una deleitable vida de servicio


JOHN C. BOOTH


Autobiografía recogida de La Atalaya de 1 de Febrero de 1984, pág. 21-27



EN OCTUBRE de 1921 se anunció que en el ayuntamiento de nuestro pueblo, Wallkill, Nueva York, se pronunciaría la conferencia “Millones que ahora viven no morirán jamás”. A pesar de nuestra curiosidad, ningún miembro de nuestra familia asistió. No obstante, escribí para pedir la literatura que se mencionaba en la hoja suelta que anunciaba la conferencia. Cuando llegaron el folleto ¿Qué dicen las Escrituras acerca del infierno? y el libro El plan divino de las edades, ambos escritos por C. T. Russell, ¡su lectura fue tan fascinante que apenas pude dejarlos a un lado!

Anteriormente, en aquel mismo año, me había graduado de la escuela secundaria, y estaba buscando un propósito en la vida. La nuestra era una familia religiosa que asistía con regularidad a la Iglesia Reformada Holandesa, en la cual yo servía de maestro de la escuela dominical. El ministro de la iglesia quería que yo fuera a la universidad y estudiara para ser ministro, pero aquello no me atraía, pues me parecía que los ministros llevaban una vida egoísta. Sin embargo, yo quería ayudar a la humanidad, y por eso pensé que sería bueno llegar a ser misionero en el extranjero.

Cuando supe dónde se reunían los Estudiantes de la Biblia (como se conocía entonces a los testigos de Jehová), el verano siguiente estuve viajando 15 millas (24 km) en bicicleta hasta Newburgh, Nueva York, para asistir a las reuniones. Entonces, cuando el ministro de la iglesia a que pertenecíamos dio un sermón sobre el “infierno”, en el que contradecía la enseñanza bíblica de que los muertos están inconscientes, tanto mi madre como yo renunciamos a la iglesia (Eclesiastés 9:5, 10). Mi padre, aunque disfrutaba de nuestra literatura bíblica, siguió en la iglesia de su niñez. Por otra parte, mis dos hermanos y tres hermanas, con el tiempo, también llegaron a ser Testigos.

Trabajo en Staten Island

Durante el verano de 1923 acepté una invitación para ayudar en la construcción de la WBBR, nueva radioemisora que tendría en Staten Island la Sociedad Watchtower. Entre los que iban de la central de Brooklyn a ayudar los fines de semana estaba Nathan H. Knorr, de 18 años de edad, quien en 1942 llegó a ser el tercer presidente de la Sociedad Watch Tower. Mientras trabajaba allí, asistí a una asamblea en la ciudad de Nueva York, donde me bauticé el 19 de octubre de 1923. Fue la primera oportunidad que tuve de simbolizar la dedicación que había hecho de servir a Jehová Dios.

Aquel invierno regresé a casa para trabajar en la granjita de vacas de mi familia, ubicada cerca de Wallkill, pero en la primavera estuve de vuelta en Staten Island para trabajar en jardinería y en la construcción de una carretera. Mientras mi asignación de trabajo temporal allí se acercaba a su fin, había muchos hermanos que estaban haciendo planes para asistir a la gran asamblea de Columbus, Ohio, en julio de 1924. Yo tuve el privilegio de viajar a ella junto con la familia de las oficinas centrales en un tren especial. En aquella asamblea se organizó a todos los miembros de las congregaciones para la predicación de casa en casa.

Predicando en los alrededores de Wallkill

Al regresar de Columbus, comencé a testificar por los alrededores de la granja de mi familia, en la zona donde ahora están ubicadas las Haciendas Watchtower. Primero abarqué el territorio en bicicleta, pero luego me compré un Ford, modelo T, y lo usé para trabajar territorios más apartados. Cuando se presentó al público el libro Liberación, en 1926, organicé un estudio bíblico en uno de los hogares de Scotts Corners, cerca de Walden. Algunas de las personas que asistieron al mismo progresaron y más tarde llegaron a ser Testigos.

Mi familia y yo asistíamos con regularidad a las reuniones de Newburgh. Cuando las reuniones de Oración, Alabanza y Testimonio, que se celebraban a mediados de semana, se cambiaron con el tiempo a Reuniones de Servicio para dar énfasis así a nuestro ministerio de casa en casa, a algunos no les gustó aquello. Pero a mí me agradó el énfasis que se daba a difundir el mensaje del Reino de esa manera apostólica (Hechos 20:20). En abril de 1928 empecé a participar en la actividad de predicar como precursor regular.

Predicando en el sur

En aquellos años la costumbre era que los precursores en los Estados Unidos trabajaran el territorio en el norte del país durante el verano, y que luego, en el invierno, se fueran al sur a testificar. Así que durante los inviernos de 1928 a 1935 mi compañero en el servicio de precursor, Rudolph Abbuhl, y yo trabajamos en los estados de Virginia, Virginia Occidental, Carolina del Norte, Georgia, Tennessee y Kentucky.

El testificar en el sur de los Estados Unidos durante aquellos años fue una experiencia memorable. A menudo solo había unas cuantas carreteras pavimentadas, de modo que nos hicimos expertos en saber cuán lejos podíamos ir, sin que las rocas nos sirvieran de obstáculo o quedáramos atascados en un lodazal. Caminábamos mucho, ya que mucha gente vivía en lugares adonde no se podía llegar en automóvil.

La gente de las zonas rurales era generalmente pobre y no tenía comodidades modernas. De hecho, en algunas partes de Kentucky eran comunes las cabañas de troncos, y todavía se usaban algunas ruecas. La vida no había cambiado mucho desde los días de Daniel Boone, hacía unos 150 años.

Para alojarnos, solíamos alquilar una habitación, usualmente por unos $10 al mes. A veces, no obstante, nos quedábamos en la casa de algunas personas de la localidad y pagábamos alrededor de un dólar por noche, lo cual incluía las comidas. Muchas veces hallábamos a un ama de casa que nos lavaba la ropa a cambio de literatura. Puesto que la gente tenía poco dinero, colocábamos mucha de nuestra literatura a cambio de alimentos.

El ama de casa a menudo solía decir: “Pueden tomar una gallina si la pueden atrapar”. Estábamos preparados, pues llevábamos un gallinero en la parte de atrás del automóvil. Haciendo uso de un alambre que tenía un gancho, nos hicimos expertos en atrapar por las patas a los pollos. Los huevos eran otro artículo de trueque, pero también trocábamos literatura por toda clase de fruta enlatada. Los artículos que no usábamos nosotros mismos los vendíamos para comprar gasolina. En cierta ocasión hasta tuvimos una ruta regular en la que vendíamos a los restaurantes las cosas que habíamos obtenido en trueque por literatura.

El ganarnos la confianza de la gente nos ayudó a vencer la oposición y las dificultades que se presentaron. He aquí una situación que surgió en Cleveland, Georgia, donde un abogado, que también era maestro de una escuela dominical, hizo que fuéramos arrestados bajo la acusación de vender sin tener licencia. Varias personas acudieron al juicio en defensa nuestra, incluso el señor de la casa donde nos alojábamos. Cuando tuvimos la oportunidad de explicar la naturaleza de nuestra obra, fuimos absueltos y se nos ofrecieron disculpas.

En las colinas cerca de Ferrum, Virginia, al igual que en otros lugares, la producción ilegal de bebidas alcohólicas era común. Había hombres armados que vigilaban los alambiques, y no se permitía entrar en la zona a ningún desconocido. Pero, sin que nos diéramos cuenta de ello, nos habíamos ganado la confianza de la gente, y hasta a aquel lugar había llegado por adelantado un buen informe de nosotros. Así que pudimos testificar sin ninguna intromisión ni daño en aquella zona. Encontramos una señora que, como resultado de oír nuestros programas de radio, había obtenido literatura y estaba mostrando su aprecio hablándole a otras personas acerca de las cosas que había aprendido. Más tarde se bautizó y fue una Testigo fiel por muchos años.

Cuando estuvimos en el condado de Harlan, Kentucky, a éste se le conocía como el sangriento Harlan, y con razón. La gente tenía pistolas y las usaban. En cierta ocasión ciertos hombres dispararon a mi compañero en el servicio de precursor, Raymond Hall, y lo hirieron en el hombro; aparentemente solo trataban de asustarlo. En el hospital adonde lo llevamos para que lo atendieran ni siquiera hicieron preguntas; evidentemente tal clase de heridas eran sucesos comunes. Después de testificar en el territorio, llegamos a creer el informe de que durante el año en que estuvimos allí ocho alguaciles auxiliares y alrededor de otras cien personas habían sido asesinadas. No obstante, ¡qué contentos estábamos de haber encontrado a dos familias que respondieron favorablemente a la verdad! Más tarde uno de los hijos fue a servir en el Betel de Brooklyn.

Predicando en el norte

Durante los meses de verano, nuestra granja, que quedaba cerca de Wallkill, era la base desde donde yo predicaba en los cuatro condados de la zona circundante. Llevaba suministros conmigo y acampaba al aire libre por una semana, testificaba en aquel territorio y luego regresaba a casa durante los fines de semana para asistir a las reuniones en Newburgh. Así podía dedicar diez horas al día a la obra de predicar en un territorio distante. Fue remunerador para mí hacer revisitas a muchas personas que mostraron interés en la Biblia. Para mí fue una gran alegría cuando más tarde una señora se me acercó en una asamblea y me dijo que los libros que le había colocado la habían iniciado en el camino a la vida.

Los Testigos eran objeto de arrestos continuos en aquellos años, especialmente en Nueva Jersey. Durante el verano yo estaba cerca de tal acción y respondía al llamado cuando se organizaba una campaña para testificar en lugares donde había dificultades. A veces éramos arrestados, y luego nos ponían en libertad por la noche; pero en otras ocasiones nos retenían hasta que se celebrara juicio. En cierta ocasión, mientras cumplíamos una sentencia de diez días, testificamos a uno de los demás prisioneros, quien aceptó las buenas nuevas y más tarde llegó a ser Testigo y precursor.

Más o menos para entonces comenzamos a usar ampliamente en nuestro ministerio de casa en casa las grabaciones fonográficas de breves consideraciones bíblicas. También se instalaron máquinas portátiles en los automóviles para crear un automóvil con equipo sonoro. Fui a las oficinas centrales, en Brooklyn, y me instalaron una en el automóvil a un costo de $175. En las noches de verano subía a una colina que dominara un valle y montaba el equipo; las grabaciones podían oírse a una milla o más (1 mi = 1,6 km) de distancia. Durante los años subsiguientes viajé muchos miles de millas con aquellas grandes bocinas instaladas sobre el automóvil, lo cual me permitió llevar el mensaje del Reino a muchas personas.

Un rasgo de nuestra vida durante el verano era el asistir a las asambleas grandes. Fue particularmente memorable la de 1931 en Columbus, Ohio, donde adoptamos el nombre bíblico de testigos de Jehová.

Nuevas asignaciones

A fines del otoño de 1935 regresamos desde nuestra asignación de precursores en el sur para ayudar con el trabajo en el Betel de Brooklyn. Después de solo unos días de trabajo en la fábrica, el hermano Knorr me llamó a su oficina y me preguntó si estaba dispuesto a viajar como director regional de servicio y visitar las compañías (como se llamaba entonces a las congregaciones). “Nunca he pronunciado un discurso ante una compañía y no sé nada sobre la organización de una compañía”, le dije.

“No se necesitan oradores elocuentes, sino simplemente alguien a quien le encante el servicio del campo y que lleve la delantera en él y hable acerca del servicio en las reuniones”, explicó el hermano Knorr.

Así que por el siguiente par de meses recibí entrenamiento para mi nueva asignación, a la vez que acompañé al hermano Knorr y a otros hermanos en las visitas que efectuaban los fines de semana a las compañías. El gran cometido era organizar las compañías para la obra de revisitas y estudios bíblicos, que para aquel entonces era una actividad relativamente nueva. Visité mi hogar cierto fin de semana (mi última visita en seis años), me deshice de objetos innecesarios y me preparé para viajar. Entonces, en marzo de 1936, sintiéndome muy poco capacitado para aquella asignación, me puse en camino.

De viaje

Mi primera visita fue a Easton, Pensilvania. Por lo general llegaba al lugar a tiempo para salir en el servicio del campo por la mañana, tener una reunión con los siervos de la compañía por la tarde, y después otra con toda la compañía. Generalmente pasaba solo dos días con cada compañía y únicamente un día con cada grupito; a veces visitaba seis de aquellos grupitos por semana. Viajaba de continuo.

Durante 1936 y 1937 abarqué partes de Pensilvania, Virginia Occidental, Ohio, Indiana, Illinois, Iowa, Nebraska, Wyoming, Colorado, Nuevo México y Texas. Todo el oeste de los Estados Unidos era una región nueva e interesante para mí... el modo de vida, las llanuras, las montañas y las grandes distancias. Visité todas las compañías de Nuevo México en dos semanas. Para el verano de 1937 estaba en Texas. Allí no había siervos regionales que hablaran español, así que también visité las compañías de habla hispana y les hablé por medio de un intérprete.

En una pequeña compañía de habla inglesa de Texas, una muchacha de 18 años de edad estaba sirviendo de sierva de compañía del grupo. Se esperaba que el padre de ella muriera aquel día, lo cual sucedió, y se me pidió que me quedara para conducir el funeral. Salimos al servicio del campo, celebramos nuestra reunión por la noche, y a la mañana siguiente conduje el funeral. A pesar de que la ocasión era triste, los hermanos se alegraron de que yo hubiera venido y dado el discurso.

Después de asistir a la asamblea de Columbus, Ohio, en septiembre de 1937, pasé el invierno visitando las compañías de los estados norteños de Dakota del Norte, Montana e Idaho. En febrero de 1938 crucé la cadena de montañas y recibí la agradable sorpresa de hallar un clima mucho más cálido y verdes prados a lo largo de la costa del Pacífico. En Seattle había solo un lugar de reunión entonces, mientras que ahora hay 21 congregaciones.

Asambleas de zona

En la primavera de 1938 se hicieron arreglos para celebrar en la zona de la bahía de San Francisco una reunión especial de compañías, a la cual asistieron 600 Testigos. Resultó ser lo que luego llegó a llamarse asamblea de zona (que ahora se conoce como asamblea de circuito). El nuevo arreglo de visitas regulares del superintendente de zona (circuito) y de asambleas de zona dio comienzo el 1 de octubre de 1938.

Como siervo regional, yo tenía la responsabilidad de organizar todas las semanas una asamblea de zona. Aquellas reuniones de instrucción espiritual también daban a los concurrentes la oportunidad de participar en la obra de testificar de casa en casa; y a los nuevos, la de bautizarse. Antes de las asambleas de zona bautizábamos a los nuevos en cualquier ocasión o lugar. Recuerdo haber bautizado a un señor en las heladas aguas de un riachuelo al que llegaba la nieve de las montañas de Oregón, y, en otra ocasión, haber sumergido a un hombre en el abrevadero de su granja.

Durante aquellas asambleas de zona comenzamos a llevar a cabo marchas de información. Llevábamos carteles que decían por un lado “La religión es un lazo y un fraude”, y por el otro “Servid a Dios y a Cristo el Rey”. Aquellos letreros atrajeron mucho la atención y a veces oposición. Entonces, en septiembre de 1939, comenzó en Europa la II Guerra Mundial, y aumentó la oposición a nuestra actividad.

Turbas violentas desbarataron nuestras asambleas de Hannibal, Misuri; Columbus, Nebraska; y St. Cloud, Minnesota. En Marinette, Wisconsin, el alcalde nos ordenó que saliéramos de nuestro salón de asambleas, pero cuando la policía vio que nosotros teníamos el derecho legal de estar allí, nos protegió. Por otro lado, la policía de Huttonsville, Virginia Occidental, participó en las turbas violentas contra nosotros durante nuestra asamblea de Elkins, e hicimos que los arrestaran, y tuvieron que pagar una fianza de $500. El caso fue aplazado en varias ocasiones y finalmente declarado sin lugar, pero la policía de aquel lugar no volvió a estorbar nuestra obra.

A menudo tenía que comparecer ante los tribunales en relación con aquellos incidentes. A veces servía de abogado del acusado, y en otros casos yo era el acusado, como en Quincy, Illinois, donde ganamos el caso. Hayden Covington, quien entonces era el abogado de la Sociedad, y Fred Franz, actual presidente de la Sociedad Watch Tower, nos ayudaron en algunos casos, como en el de London, Kentucky, que también ganamos.

En el proceso judicial de Indianápolis, Indiana, en el cual estuvieron implicados unos 60 Testigos que fueron acusados de sedición, el hermano Franz y yo estuvimos en el estrado de los testigos durante el juicio, que duró cinco días. Aunque nuestros hermanos fueron declarados culpables, más tarde fueron exonerados por un tribunal superior. La mismísima semana en que se celebraba aquella causa, yo era el acusado en otro caso en Joliet, Illinois; abogado defensor de un hermano en aún otro juicio, en Madison, Indiana; y, además, estaba a cargo de organizar una asamblea de zona todos los fines de semana. Se requeriría un libro para relatar todos los detalles de aquellos tiempos emocionantes.

Un suceso sobresaliente fue la asamblea de cinco días que se celebró en St. Louis en agosto de 1941. Un par de semanas antes de la asamblea se me invitó a ayudar, y fui asignado a trabajar en el campamento de casas remolques. Después de cortar la cosecha de heno de un agricultor, levantamos una ciudad para 5.000 personas en el campo de heno. Pero aun antes de que comenzara la asamblea había 10.000 personas en el campamento, y muchos automóviles, camiones y caravanas alineados en la carretera a fin de entrar. Finalmente hubo más de 15.000 personas en el campamento, donde muchos se quedaron y oyeron el programa por hilo telefónico. Cuando los 15.000 niños se pusieron de pie en el auditorio principal y recibieron su ejemplar gratis del libro Hijos, repartí ejemplares gratis del libro a los muchos niños que estaban en el campamento.

Las Haciendas Watchtower y del Reino

Poco después de la asamblea de St. Louis se hizo aún más difícil celebrar nuestras asambleas de zona. Así que se decidió descontinuarlas. Se me dijo que me presentara en el Betel de Brooklyn. Apenas hacía unos cuantos días que había regresado, cuando el hermano Rutherford me preguntó si quería servir en la Hacienda del Reino, cerca de Ithaca, Nueva York. Antes de presentarme en la nueva asignación, visité mi hogar, cerca de Wallkill. Mi madre había muerto, y todos mis hermanos y hermanas estaban casados. Entonces me dirigí en automóvil a la Hacienda del Reino, donde me asignaron una habitación en la cual viví durante los siguientes 28 años.

Después de haber estado predicando de tiempo completo por más de 13 años, se me hizo difícil acostumbrarme a la agricultura. Pero lo hice, y disfruté de muchos privilegios de servicio en relación con las actividades de la Hacienda del Reino. Al mismo tiempo, no obstante, seguí participando con regularidad en la actividad de predicar por las noches y durante los fines de semana. Conduje estudios bíblicos con muchas personas, algunas de las cuales llegaron a ser Testigos bautizados.

Sin embargo, la actividad principal en la que participaba en aquel entonces estaba relacionada con las asignaciones de trabajo en la hacienda. Me apliqué al estudio de la nutrición de plantas y animales, utilizando la cercana Universidad de Cornell y su biblioteca. A través de nuestros esfuerzos pudimos aumentar la producción agrícola. Con el tiempo produjimos la mayor parte del alimento que consumía la creciente familia del Betel de Brooklyn, así como la que estaba en la Hacienda del Reino.

En la hacienda hubo un aumento dramático en el personal cuando, el 1 de febrero de 1943, comenzó a funcionar allí la nueva Escuela de Galaad. Entonces, cada seis meses llegaba una nueva clase compuesta de unos cien estudiantes que provenían de todas partes del mundo. ¡Qué placer fue llegar a conocer personalmente a unos 3.700 estudiantes de las 35 clases que recibieron entrenamiento en la hacienda para la obra misional, antes de que la Escuela de Galaad se mudara a Brooklyn en 1961! Durante aquellos años aguantamos mucha oposición, un ataque por chusmas y un caso judicial, el cual ganamos. Con el tiempo el grupito que había en la zona creció a cuatro congregaciones.

Cuando la Escuela de Galaad estaba a punto de concluir sus actividades en la Hacienda del Reino, apenas se daba comienzo allí a la nueva Escuela del Ministerio del Reino para los superintendentes de las congregaciones. Durante los siguientes siete años más o menos hubo unos 7.000 ancianos que asistieron al curso de un mes de duración, que después se redujo a dos semanas.

En enero de 1963 la Sociedad adquirió el título de una propiedad cerca del lugar donde me había criado, en Wallkill, Nueva York. A la propiedad se le dio el nombre Haciendas Watchtower. Con el transcurso de los años se han ampliado y desarrollado las estructuras físicas en esa propiedad, y hasta se han añadido fábricas para imprimir. El 1 de enero de 1970 recibí un cambio de asignación a ese lugar, ¡y así volví a la misma zona donde había comenzado a testificar unos 45 años antes! Algunas personas mayores de la comunidad se recordaron de mí.

Cuando llegué a las Haciendas Watchtower había 55 miembros en la familia, ¡pero ahora hay más de 750 miembros sirviendo allí! Entre ellos hay tres de mis sobrinos. También tengo una sobrina que acompaña a su esposo en la obra de circuito. Me produce mucho gozo el hecho de que más de 30 miembros de mi familia estén asociados con los testigos de Jehová. En noviembre de 1974 tuve el privilegio de ser nombrado miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, y con ese nombramiento regresé a la central, en Brooklyn.

¡Qué agradecido estoy de que, después de haberme graduado de la escuela secundaria, Jehová Dios me haya abierto los ojos al grandioso propósito en la vida de servirle! El haber ido en pos de ese propósito durante los pasados 60 años ha sido verdaderamente remunerador y satisfaciente. Me ha acercado más a nuestro Padre celestial y me ha permitido ver de modo muy real Su protección y bendición sobre su pueblo.


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