Perseverancia mediante fe en Jehová


CAREY W. BARBER


Autobiografía recogida de La Atalaya de 1 de Enero de 1983, pág. 10-14



CUANDO el orador llegó al teatro de Plainfield, Nueva Jersey, se dio cuenta de que la policía había tomado control de la entrada al escenario. Entonces, al subir a la plataforma, notó que la policía tenía dos ametralladoras detrás de las cortinas, de modo que él tendría que hablar enfrente de ellas. La policía dijo que había recibido información de que habría un tumulto, y que ellos estaban allí con el fin de mantener el orden. No obstante, el discurso intitulado “Intolerancia religiosa... ¿por qué se practica ahora?” se pronunció sin percance y fue recibido entusiásticamente por todos en el auditorio, del cual yo formaba parte.

El orador era J. F. Rutherford, quien entonces era presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. A principios de los años treinta, Plainfield era centro de oposición contra la obra de los testigos de Jehová. Por esa razón, Rutherford decidió celebrar una reunión pública en ese lugar el 30 de julio de 1933. ¡Puedo asegurarles que el ambiente era muy tenso durante aquel discurso sobre la “intolerancia”!

Experiencias como ésa durante mi juventud han fortalecido mi fe y me han animado a perseverar en el servicio de Jehová durante los pasados sesenta años.

Una empresa nueva y asombrosa

Nací en Trowbridge, Wiltshire, Inglaterra, el 4 de julio de 1905. El 18 de abril de 1921, durante una pequeña asamblea de los Estudiantes Internacionales de la Biblia (como se conocía entonces a los testigos de Jehová) que se celebró en Winnipeg, Canadá, fui bautizado a la edad de dieciséis años.

En aquella época, la Sociedad Watch Tower emprendió una labor nueva y arriesgada. En vez de usar los servicios de imprentas comerciales para imprimir los libros encuadernados de la Sociedad, J. F. Rutherford decidió que ahora, con la ayuda de Jehová, serían cristianos dedicados los que efectuarían ese trabajo. Con tal fin se adquirió un edificio que se utilizaría como fábrica en el número 18 de la calle Concord, en Brooklyn, Nueva York, y se hizo un llamado a los hermanos que vivían en el Canadá y los Estados Unidos para que vinieran y participaran en la obra.

Así que en abril de 1923, mi hermano gemelo, Norman, y yo, cuando aún no teníamos dieciocho años de edad, nos presentamos en Betel de Brooklyn, donde está ubicada la central de la Sociedad, listos para comenzar a trabajar en esta nueva empresa.

La primera asignación que tuve fue alimentar la máquina de coser con ejemplares del folleto El regreso de nuestro Señor. El superintendente explicó cómo hacerlo y, señalando a un montón de folletos, dijo: “¡Date prisa y haz el trabajo, porque ya está por llegar el Armagedón!”.

‘Pero han pasado muchos años desde entonces’, puede que diga usted. ‘Ciertamente no había motivo alguno para apresurarse.’ Es cierto que todavía no ha llegado el día de la cólera de Jehová. No obstante, si se toma en consideración el desafío al que teníamos que enfrentarnos —el imprimir libros para la predicación de las buenas nuevas en “toda la tierra habitada”— se puede entender nuestro sentido de urgencia. (Mateo 24:14) Ciertos hombres con experiencia en el campo de la imprenta menearon la cabeza en señal de desaprobación y dijeron: “Simplemente no se puede hacer”. Puedo asegurarles que, a veces, ¡fue solo a costa de muchas frustraciones que nosotros los novatos aprendimos el arte de imprimir y encuadernar libros! Ciertamente se puso a prueba nuestra fe y aguante. Por eso a menudo reflexionaba en las palabras de Hebreos 10:36: “Ustedes tienen necesidad de perseverancia, para que, después que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban el cumplimiento de la promesa”.

Se necesita perseverancia para predicar

La obra de predicar de casa en casa fue algo completamente nuevo para nosotros en aquel entonces, y hubo opositores religiosos.

Así, un sábado por la tarde, poco después de haber llegado a Betel, mi hermano Norman y yo, junto con otro betelita, fuimos arrestados mientras visitábamos a las personas en sus hogares para hablarles de la Palabra de Dios. Se nos informó que el distribuir literatura bíblica de casa en casa en aquel sector estaba en contra de la ley, y se nos multó. Al no saber qué hacer en tales circunstancias, nos resignamos a pagar la multa.

Los tres estábamos algo molestos de que tal clase de procedimiento pudiera llevarse a cabo en un país “libre”. En vez de decaer nuestra determinación de predicar las buenas nuevas, aquel incidente aumentó nuestro celo. Aquel pequeño incidente fue solo uno de una campaña que se había desatado en contra nuestra y que seguiría aumentando en intensidad por algunos años. No obstante, ¡los testigos de Jehová no se darían por vencidos sin luchar! Más adelante les contaré otros detalles sobre este asunto.

Ayuda material

Me quedé sin dinero después de pagar la multa y regresar a Betel. Pero puedo decir francamente que desde ese tiempo hasta ahora, siempre he tenido suficiente alimento, ropa y albergue. Algunas personas que yo conocía no emprendieron el ministerio de tiempo completo por temor de no poder conseguir las cosas que necesitaban diariamente. Otros lo dejaron porque opinaban que la mesada no era suficiente para satisfacer sus necesidades. O buscaron un empleo seglar por no estar seguros de que se les cuidaría en la vejez. Pero la fe que yo tenía en la promesa de Jehová de darnos las cosas necesarias de la vida me ha ayudado a perseverar en el ministerio de tiempo completo. (Mateo 6:25-34) Tengo plena confianza en que Jehová nunca me abandonará.—Hebreos 13:5, 6.

Aunque no he tenido ciertos lujos, siempre he estado satisfecho con lo que Jehová me ha provisto. He aprendido por experiencia que si uno ‘busca primero el reino y Su justicia’ (Mateo 6:33), Dios proveerá todo lo necesario para perseverar y ser feliz. Personalmente puedo dar testimonio de la veracidad de Proverbios 10:22: “La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella”.

Batallas jurídicas

Con el tiempo aprendí a operar una máquina de imprimir, y entre los muchos trabajos que se me asignaron estuvo el de imprimir los alegatos jurídicos que utilizaron el hermano Rutherford y otros hermanos en las batallas jurídicas que pelearon contra los que estaban “forjando penoso afán por medio de decreto”. (Salmo 94:20) Cuando la agitación de la II Guerra Mundial alcanzó su punto culminante a principios de los años cuarenta, en realidad parecía que nuestros opositores definitivamente pondrían fin a nuestra obra. Pero me sentí muy animado por lo que sucedió el 3 de mayo de 1943, ¡cuando Jehová dio a su pueblo victorias resonantes! De trece fallos que emitió el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, ¡doce fueron a favor nuestro!

Un caso verdaderamente sobresaliente que recuerdo fue el de Murdock contra Pennsylvania, que fue un caso de impuesto por licencia. (El punto en cuestión era si un Testigo debería obtener una licencia y pagar un impuesto por predicar.) El Tribunal revocó una decisión anterior y declaró: “Sin embargo, se alega que el hecho de que el impuesto por licencia pueda suprimir o controlar esta actividad no es importante si no lo hace. Pero eso es desatender la naturaleza de este impuesto. Es un impuesto por licencia... un impuesto general sobre el ejercicio de un privilegio concedido por la Declaración de Derechos. No se le permite a un estado imponer un impuesto por el disfrute de un derecho que la constitución federal otorga”. ¡Qué victoria para el pueblo de Dios!

Estos acontecimientos, y la manera como Jehová maniobró los asuntos, fueron una fuente de fortaleza para mí, y me mostraron que Dios puede hacer que todas las cosas resulten para el bien de los que le aman.

¡Asambleas emocionantes!

Volvamos otra vez a 1922. Desde ese año hasta 1928, los Estudiantes de la Biblia celebraron siete asambleas trascendentales. Tuve el privilegio o de estar en aquellas asambleas, o de participar en la impresión y la distribución de las emocionantes resoluciones que se adoptaron en cada una de ellas. El haber estado entre los delegados y el haber participado en todo lo que estaba sucediendo edificó mi fe, y me di cuenta de que podía perseverar con la ayuda de Jehová.

Hubo momentos en que chusmas enfurecidas trataron de disolver nuestras asambleas pacíficas. Por ejemplo, estuve presente en el Madison Square Garden, en la ciudad de Nueva York, el domingo 25 de junio de 1939, cuando grupos de la Acción Católica trataron de impedir que J. F. Rutherford pronunciara el discurso público “Gobierno y paz”. Pero estábamos preparados.

Un grupo de betelitas y otros hermanos fuimos asignados como acomodadores. Como a las 4 de la tarde, casi todo el auditorio estaba lleno de Testigos, con excepción de la sección del palco directamente detrás del orador. Poco después que hubo empezado el programa, una chusma de unos 500 seguidores de Charles E. Coughlin, famoso “sacerdote [católico] del aire” de los años treinta, entraron al Garden y ocuparon la única sección vacía del palco. Poco después alguien apagó y encendió las luces de aquella sección como la señal convenida para que la chusma se pusiera en acción.

“¡Heil Hitler!”, “¡Viva Franco!” y otros gritos procedieron de aquella sección. ¿Qué haría Rutherford? ‘

Fíjense, a los nazis y a los fascistas les gustaría disolver esta reunión hoy, pero por la gracia de Dios no pueden hacerlo’, declaró el hermano Rutherford desde la plataforma. Prorrumpimos en aplausos prestándole nuestro apoyo. Entonces los acomodadores echaron del lugar a los intrusos.

¡Qué asamblea emocionante! Experiencias como ésas sirvieron para poner a prueba nuestra devoción y fe en cuanto a si Jehová verdaderamente apoyaría a su pueblo. Tales episodios mantuvieron viva la fe que yo tenía en Jehová y me animaron a perseverar en su servicio.

La cuestión de la neutralidad cristiana

Al comienzo de la II Guerra Mundial salió a relucir la cuestión de la neutralidad cristiana en lo referente a los conflictos de este mundo, ¡y una vez más me hallaba en lo más reñido del combate!

Se notificó a los que teníamos edad para rendir servicio militar que compareciéramos ante la junta local de reclutamiento. Nos hicieron el examen físico y solicitamos que se nos eximiera del servicio militar, según lo autorizaba la ley. La junta de reclutamiento hizo todo lo que pudo para negarnos la exención. Pero una vez más Jehová estuvo con nosotros... ninguno de nosotros tuvo que dejar su asignación en Betel. Si se hubiera reclutado a todos los hermanos jóvenes de Betel, la obra vital de predicar hubiera quedado casi paralizada.

A causa de la pérdida de libertades en muchos países, y como medida de precaución para la seguridad de la familia de Betel, se había construido un lugar de refugio en South Lansing, Nueva York. No obstante, ese lugar nunca se usó con tal propósito. En vez de eso, bajo la dirección de Jehová, más adelante el edificio fue transformado en un dormitorio y una escuela, llamada la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Esto sucedió mientras la II Guerra Mundial todavía estaba en todo su apogeo. La primera clase, compuesta de 100 estudiantes, comenzó en 1943. El objetivo de la escuela (de la que me beneficié más tarde) era adiestrar misioneros para que predicaran las buenas nuevas del reino de Dios en todo lugar.

Cambios de asignación

Para entonces ya había estado en Betel veinte años y, aunque pudiera haber parecido que los acontecimientos mundiales estaban llegando a un punto culminante, en realidad los asuntos relacionados con la obra de predicar alrededor del mundo simplemente estaban comenzando a desarrollarse.

Varios años después, en 1948, recibí otra asignación. Fui enviado como representante viajante de la Sociedad, y ésta habría de ser mi asignación durante los siguientes treinta años. ¡Sería imposible tratar de relatar todo lo que sucedió durante ese período!

Mi primera asignación fue el Distrito núm. 6, el oeste de los Estados Unidos. ¡Y qué extenso era aquel distrito! Comenzaba en San Diego, California, y se extendía hacia el norte hasta la frontera canadiense, una distancia de unos 2.400 kilómetros. Abarcaba desde la costa occidental, más allá de las Montañas Rocosas, y llegaba hasta la zona este de los estados de Washington, Idaho y Montana. Entonces se extendía hacia el sur y abarcaba los estados de Wyoming, Utah, Nevada, Nuevo México, la faja de territorio al noroeste de Texas y Arizona, y otra vez a California. En aquellos días había una distancia de 1.600 kilómetros entre cada asamblea de circuito que los testigos de Jehová celebraban semanalmente. De modo que tenía que recorrer en mi automóvil todos aquellos kilómetros para estar presente en ellas.

Sin embargo, para mí fue un privilegio maravilloso viajar por todos los Estados Unidos y participar con hermanos y hermanas fieles en la adoración y el servicio a Jehová Dios que ellos rendían. El ser colaborador de ellos en proclamar las buenas nuevas ciertamente fortaleció mi fe.

Una fiel y muy querida hermana que recuerdo es Emma, que vivía en Nuevo México. Por muchos años Emma sirvió como proclamadora de tiempo completo de las buenas nuevas. Viajaba a pie en una vasta zona desértica del estado. Solía testificar de casa en casa todo el día, y si le sorprendía la noche, o se alojaba con alguna familia hospitalaria, o se acostaba en cualquier refugio que hallara. A veces algunos vaqueros que iban a caballo la reconocían mientras iba caminando y le gritaban: “Abuelita, ¿quiere que la lleve?”, después de lo cual ella se montaba a la grupa y recorría así varios kilómetros. Su gran amor a Jehová y celo por El me animaron a perseverar en el servicio de Dios.

Después de ocho años experimenté otro gran cambio. Fui invitado a la clase número veintiséis de Galaad en 1955. En la misma clase había una precursora (evangelizadora de tiempo completo) que se llamaba Sydney Lee Brewer, del Canadá. Después de la graduación, en vez de partir solo, Sydney y yo nos casamos cuando íbamos de la Escuela de Galaad rumbo a nuestra asignación, que consistía en visitar y estimular a las congregaciones de la zona de Chicago. Nos casamos el 18 de febrero de 1956. De hecho, pasamos nuestra luna de miel sirviendo a las congregaciones. Sydney sigue trabajando a mi lado como fiel compañera. Sus esfuerzos diligentes han sido fuente de estímulo para muchas personas.

Después de haber sido ministro viajante por unos treinta años, en el otoño de 1977 recibí una carta de las oficinas centrales en la que se me invitaba a servir como miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. De modo que regresé a mi querido hogar... Betel de Brooklyn. El tener una pequeña participación en las actividades del Cuerpo Gobernante del pueblo de Jehová es un honor y privilegio indescriptible.

Al reflexionar en los casi sesenta años que he estado en el servicio de Jehová, ¿qué pudiera decir? He visto a los testigos de Jehová crecer de unos cuantos miles en 1923 a mucho más de dos millones en 1982. He visto los esfuerzos que han hecho los opositores por detener la obra de predicar, pero no han tenido éxito. He disfrutado del privilegio de reunirme y asociarme con miles de los del pueblo de Jehová en los Estados Unidos y muchos otros países. Aunque he pasado por ciertas experiencias emocionantes, la fe que tengo en Jehová y mi resolución de perseverar en Su servicio me han permitido vencerlas.

Me siento como el rey David de la antigüedad, quien se sintió movido a alabar a Jehová por haber sido para con él como un pastor amoroso. (Salmo 23) Como David, a mí tampoco ‘me ha faltado nada’. Jehová verdaderamente me ha conducido por lugares donde abunda el agua y ha refrescado mi alma todos estos años. Mi esperanza es tener más fe y amor para con el Pastor Fiel, Jehová Dios. Y le pido que me dé las fuerzas necesarias para seguir perseverando fielmente ‘en la casa de Jehová hasta la largura de días’.—Salmo 27:4.


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