Lo que el viento se llevó.



orrían los primeros años de la década de los 90. El período estival se acercaba y la época de las vacaciones era inminente. En esas circunstancias y, con toda urgencia, se anunció y se pidió "colaboración" (económica) para un nuevo proyecto, un segundo salón de asambleas para la ciudad de Barcelona (España).

Al parecer, se había encontrado el sitio ideal, en la zona de Cornellá. Era, por supuesto, según se dijo, una ocasión única que no había que dejar escapar para satisfacer la necesidad apremiante de un nuevo salón de asambleas para la ciudad. De ahí la urgencia en cumplimentar la cuestación, unos papelitos con las diversas modalidades de compromiso a los que los testigos de Jehová están habituados, debido a los diferentes proyectos que periódicamente les son presentados en unos términos en los que el propio Jehová sale siempre como principal promotor.

Por esa época estaba en danza también otro proyecto, éste a nivel nacional, la ampliación de la sede nacional, la Betel en Ajalvir. Con todo ello, más otra serie habitual de asuntos demandantes de colaboración económica (ayuda a países del Este, construcción de nuevos salones del reino...), había en los salones del reino hasta cinco cajas para contribuir dinero para otros tantos fines diferentes. Esto es algo a lo que están acostumbrados los testigos, de manera que nunca tendrán problema alguno en lo que se refiere a emplear cualquier excedente monetario: "todo proviene de Jehová y es justo que vuelva a El". Se da la paradoja (una más) que, mientras anuncian sus reuniones recalcando con orgullo que en ellas "no se hacen colectas", los locales para las mismas están abarrotados de cajas para que se contribuya.

La manera de presentar el nuevo proyecto, la construcción de un segundo salón de asambleas para la ciudad de Barcelona, me pareció bastante rara y, debo reconocerlo, sospechosa. No me satisfizo en absoluto. Todo era muy precipitado, con una urgencia inusitada y tenía un cariz evidente de improvisación. Mostraban excesivo interés en cerrar la compra del terreno antes de las vacaciones. De manera que, los emisarios encargados de exponer (que no explicar) el asunto insistían en la necesidad de actuar ya, sin demora alguna.

La recaudación inmediata de dinero se llevó a cabo y cada uno presentó en el papel correspondiente su compromiso para contribución regular o extraordinaria de dinero. Las diferentes modalidades son bien conocidas. A partir de ahí, la información fue escasa o, más bien nula, pero es habitual que no se rinda cuentas a las congregaciones de cómo se emplea el dinero que se recauda. Todo el mundo da por supuesto que éste es empleado sabiamente y está hábilmente enseñado para no pedir explicaciones. Incluso los ancianos que se atreven a hacer alguna pregunta que no lleve "sello inequívoco de asentimiento y elogio" hacia ese tipo de proyectos son objeto de sospechosos comentarios y miradas recriminadoras por parte de otros compañeros, bien adiestrados para decir amén a todo lo que les presenten.

Pasaron los meses y un buen día, en una "reunión del Libro", el anciano que "conducía" dicha reunión se descolgó con una especie de discurso breve, aparentemente a modo de comentario informal en el que vino a decir más o menos lo siguiente:

“Hay que ver con cuanta sabiduría actúa Jehová para con su pueblo. El sabe perfectamente qué es lo que nos conviene en todo momento. Cuando se propone una cosa, aunque los hombres nos empeñemos en otra, El siempre sabe lo que en un momento determinado es lo más importante para su pueblo. Así nosotros hemos iniciado un proyecto (el del Salón de Asambleas), pero El ha dicho que ese no es su proyecto en el momento actual. Ahora El quiere que sea Betel su proyecto, de manera que es inútil que el hombre se afane, porque cuando El se propone una cosa, es eso lo que tendrá su bendición”.

Lógicamente las palabras debieron ser otras, pero el sentido de la perorata fue ese. Yo pensé: Aquí pasa algo, les deben haber comido el coco en alguna reunión y hay algo que no está claro. Tratan a Jehová como si fuera un niño caprichoso que dice ahora quiero esto, ahora quiero lo otro. Jamás “ellos” son responsables de lo que planean u organizan, todo es responsabilidad directa de Jehová.

Tiempo después oí que en alguna congregación vecina habían pedido permiso a los hermanos para que el dinero que se había entregado para el Salón de Asambleas, se pudiera utilizar para el Proyecto Betel. Pero todo resultaba confuso, no estaba claro cómo y qué era lo que se pedía (si provisional o definitivamente). Unos meses después me enteré que lo mismo había sucedido en otra congregación. Finalmente, al cabo del tiempo, en nuestra propia congregación se pidió una votación con el mismo fin, aunque también con palabras ambiguas y sin que nada quedara claro. Tanta descoordinación me produjo perplejidad y las razones para ello me traen sin cuidado. Lo cierto es que cientos de millones de pesetas que, en principio, estaban destinados para una finalidad distinta, al parecer, fueron a parar al Proyecto Betel y todo parece indicar que cuando se empezó a pedir autorización para hacer tal cosa (si es que hubo tal petición y no mera comunicación), ya estaba consumada la acción. Es posible que alguien pusiera reparos a la forma de hacerlo y por eso se procedió a pedir autorización a posteriori y de ahí el caos en cómo fueron desarrollándose los acontecimientos. Naturalmente, con la transparencia que se actúa dentro de la organización para esta y otras cosas, es absolutamente imposible saber la verdad y siempre se tiene que ir adivinando con riesgo de equivocarse, por qué no.

Efectivamente, el asunto de las finanzas de la Watch Tower adquiere aspectos bastante turbios para quien, después de mucho tiempo, se para a pensar en el tema. Confieso que es una de las cosas en las que yo les había dado toda mi confianza y nunca habría concebido el que pudiera haber aspectos dudosos en esta cuestión. En asuntos doctrinales de gran calibre en realidad siempre he estado en desacuerdo, aunque creía que con el tiempo rectificarían como cualquier persona honrada reconoce sus errores cuando éstos se evidencian. Desgraciadamente también y, sobre todo en este asunto, estaba absolutamente equivocado. Me ha servido, no obstante, para llegar a calibrar debidamente la naturaleza exacta de la organización.

Siguiendo con nuestro tema, la construcción del segundo salón de asambleas para la ciudad de Barcelona, el tiempo fue transcurriendo sin noticia alguna al respecto. Sin duda era un asunto serio que, aparentemente, estaba siendo olvidado. Pasaron los años y llegó la asamblea de distrito del verano de 1.996. El representante oficial de la Watch Tower en España que asistió a esa asamblea en el Palau Sant Jordi (Barcelona) y a su cargo estuvieron unos comentarios al final, hizo referencia a esta cuestión más o menos en los siguientes términos:

Vuestro proyecto de Segundo Salón de Asambleas para Barcelona "sigue vivo y muy vivo”.
De manera que "podréis seguir aportando para el mismo.”. También en la misma ocasión se hizo referencia a que Jehová maniobrará los asuntos para encontrar el local adecuado en el momento más insospechado.

Curiosamente yo recordé la celeridad y premura con que habían actuado años atrás para recoger el dinero prácticamente en un mes (en vísperas de la época de vacaciones), precisamente porque se trataba de un terreno que reunía todas las condiciones: amplio, con espacios, barato... una ocasión que no había que dejar pasar, teniendo en cuenta la "perentoria necesidad" de un nuevo local para asambleas. ¿Qué es lo que sucedió después? Seguro que alguien lo sabe, pero los hermanos no tienen ni idea, tampoco se lo plantean en general, ya que todo lo que hace “La Sociedad” es como si lo hiciera Jehová mismo. El caso es que, a estas alturas, lo que “estaba vivo y muy vivo”, debe estar como mínimo aletargado.

Ya se sabe que, una vez depositado el dinero en la caja de contribuciones, éste pasa o pasará en el futuro de una u otra forma (normalmente en aumento de patrimonio), a engrosar las arcas de la Sociedad Watch Tower. Esta dispone de muchos mecanismos diferentes para justificar su manera de actuar y nadie se siente libre para pedir la más mínima explicación. Resulta útil considerar cómo tiempo atrás había una presión que resultaba en desprestigio de cualquiera que se arreglara su casa, ahorrara para comprarse una casa nueva o, simplemente hiciera el esfuerzo lícito y natural por mejorar la condición de vida para él y su familia. Se trataba de una persona, casi inevitablemente, tachada de materialista.

No es esa precisamente la manera de medir utilizada para calificar la actuación de la Sociedad Watch Tower cuando hace precisamente eso. En su caso, todo redunda en alabanza a Jehová. Por tanto el decoro en sus instalaciones, la impresión que las mismas deben transmitir hacia fuera, eso da gloria al Creador. La misma cosa hecha para uno mismo en su casa puede ser malgastar el dinero, un derroche en lujo mundano e innecesario.

Es conocido el interés actual de la Sociedad Watch Tower en que las congregaciones hagan el esfuerzo (económico) necesario por tener salones de propiedad. Publican y alardean de la cantidad que de los mismos existe ya en España en cada ocasión en la que se "dedica" uno de esos locales. Al haberse promocionado y extendido esa práctica, quedan en el olvido las muchas contradicciones que ello encierra. No es lógico, por ejemplo, que quienes eran criticados o, como mínimo, mirados con cierto recelo, por "empeñarse" en la compra de un piso u otra cosa útil para la familia, ahora se vean "hipotecados" por diez o quince años debido a un compromiso adquirido (para con Jehová) para pagar un salón del reino registrado a nombre de la Watch Tower, siendo el caso que la razón principal que antes se aducía para la crítica personal, es decir, la proximidad del fin, en pura lógica ahora tendría que adquirir mayor relevancia.

Recuerdo que, años atrás, al emprender un proyecto similar, pero en un ambiente irracionalmente expectante de la llegada del milenio del reinado de Cristo, asignaron a algunos ancianos a explicar el por qué se afrontaba una obra de gran envergadura, siendo tan inminente el "fin de este sistema de cosas". Aquello formaba parte, además, de la propia presentación del proyecto. Abreviando, todo quedaba resumido en dos preguntas, la supuesta que la gente podría hacerse y la que servía como contestación. La sustancia de dichas preguntas queda bien aclarada en los términos siguientes:

Pregunta: ¿Cómo es que la Sociedad "se mete" en este proyecto, teniendo en cuenta que el fin es tan inminente?

Respuesta: ¿Y cómo sabemos nosotros que este salón no nos va a ser útil en el nuevo sistema de cosas?

Increíble como pueda parecer, ese era el razonamiento que un hombre hecho y derecho presentaba sin ruborizarse lo más mínimo y, desgraciadamente, se aceptaba. De hecho ese tipo de razonamientos los he escuchado en ocasiones diferentes. Nunca he llegado a saber si obedecía a convicción o simplemente a repetición de lo oído, o tal vez a un ejercicio de hipocresía, que no suele faltar, para quedar bien.

Pues bien, el dinero recaudado para el segundo salón de asambleas de la ciudad de Barcelona voló. Es decir, de momento no se ha empleado con la finalidad para la que se pidió. Seguro que tendrán un sin fin de razones para justificar su uso para otra cosa diferente de lo que se solicitó. Prácticamente eso carece de relevancia, ya que en el fondo el dueño del salón de asambleas que no llegó a construirse es el mismo de la sede de Ajalvir o de cualquier inmueble, proyecto o finalidad en que se pudiera haber empleado, la Sociedad Watch Tower. No les debe remorder, en ese sentido, la conciencia. Pero considerado desde un punto de vista estrictamente moral es repugnante. Si el proyecto fracasó en su momento, deberían haber devuelto el dinero. Es posible que se trate de un asunto que los propios testigos no van a cuestionar, pero es bueno decir lo que se piensa y no dejar en la impunidad, libre de reproche, una acción fea. Tal vez así, sea la única manera de hacerles saber que el dinero, menos aún el de personas trabajadoras, en su mayoría humildes, no cae de cielo.

Mucho acostumbran a presumir en cuanto a la cuidadosa y esmerada administración financiera en el "adelanto de los intereses del Reino" cuando, en realidad, no dan cuenta absolutamente a nadie de cuánto y cómo se maneja el dinero. El segundo salón de asambleas para la ciudad de Barcelona tal vez nunca llegue a construirse. La razón es que la asistencia al que ya hay, el primero en la ciudad, ha disminuido entre un veinte y un treinta por ciento desde entonces. Incluso se han visto obligados a planificar las reuniones aumentando el número de las congregaciones que asisten a cada una de ellas a fin de que no queden muchos asientos vacíos. De manera que donde asistían siete u ocho congregaciones ahora son diez o doce sin que por ello el número de asistentes sea mayor.

Siendo así las cosas, quizá haya que decir que sopló un viento de verano llevándose centenares de millones de pesetas de un sitio a otro, aunque, todo haya que decirlo, una vez desembolsados, simplemente pasaron de un bolsillo al otro de un mismo propietario. En todo caso, lo que sí está claro es que, hasta el momento, ese dinero no ha sido empleado para el fin para el que, con tanta urgencia, se pidió. A lo que hay que añadir también que el esfuerzo por obtener esa nada despreciable suma de dinero fue escaso, más bien fueron otros, como siempre, los que emplearon su sudor para poder aportarlo, a costa en muchos casos, de privaciones propias. No está mal recordarlo. (Contribuido)