Empezando por el nombre



En absoluto quiero poner en tela de juicio el nombre que una organización quiera otorgarse. Es más, entiendo que el acertar en el nombre puede ser muy importante. Pero aún más importante es, a mi juicio, conseguir un buen nombre basado en la reputación obtenida como resultado de una conducta, una trayectoria y un modo de actuar. La Biblia da testimonio de lo importante que es labrarse un buen nombre (Proverbios 22:1). Eso no depende del acierto en la nomenclatura elegida, tampoco de la nobleza de cuna de una persona ni de la riqueza o conocimientos adquiridos, sino que es producto de un comportamiento, una línea de actuación. Y es válido tanto para personas individuales como para organizaciones e instituciones de todo tipo. Sin embargo, el llevar la mera denominación de una organización a extremos trascendentales atribuyéndoles incluso la cooperación divina es sobrepasar lo que es razonable y, en materia religiosa, ir más allá de lo que está escrito.

El libro Los Testigos de Jehová Proclamadores del Reino de Dios editado por la Watch Tower en 1.993 y que se viene utilizando en la Escuela del Ministerio Teocrático comienza a predisponer a sus lectores sobre la importancia y significación especial del nombre Testigos de Jehová que adoptaron en 1.931 con estas palabras:

¿Qué nombre sería el apropiado en vista de la obra que efectuaban? ¿A qué conclusión llevaba la propia palabra deDios? (Página 155).

Con estas dos preguntas asocian el nombre que habrían de tomar con la obra que efectuaban y además dan a entender que es la propia palabra de Dios la que está envuelta en la cuestión de asignar un determinado nombre a la comunidad cristiana.

El mencionado libro relata que J. F. Rutherford, en un discurso pronunciado el 26 de julio de 1.931, mencionó la necesidad de dotarse de un nombre distintivo y mencionó Hechos 15:14 como uno de los textos que apuntaban a la denominación concreta que las Escrituras <i>indicaban</i> que debía adoptarse.

(página 155).

El libro sigue en la consideración del mencionado discurso de la siguiente manera:

<blockquote><b>        “...pero luego llegó a la parte culminante de su presentación con el texto

                de Isaías 43:8-12, que incluye la comisión divina: “Ustedes son mis testigos

                -es la expresión de Jehová-, y yo soy Dios”. ¿A qué conclusión, pues,

                los estaba llevando la misma Palabra de Dios?”. </b></blockquote>

Es decir la Palabra de Dios, según la Watch Tower, los estaba guiando en la adopción de un nombre concreto y no otro. De esta manera adoptaron una resolución llena (como todas) de retórica, declaraciones grandilocuentes y demagogia dialéctica en la que se incluyó lo siguiente:

<blockquote><b>        “... por lo tanto gozosamente aceptamos el nombre que la boca de Jehová Dios ha pronunciado, y deseamos ser conocidos como y llamados por el nombre, de

                <i>testigos de Jehová</i></b>. -Isa. 43:10-12.</blockquote>

Aquí ya se esbozan los elementos que repiten una y otra vez cuando analizan este tema y que resultan en la manipulación del sentido real que este texto tiene y que son:

<blockquote><li>Que este texto expresa una “comisión divina especial”

                <li>Que eso mismo es indicativo del “nombre” que deberían adoptar

                <li>Que es la propia Palabra de Dios la que lleva a esa conclusión

                <li>Que, por ende, es Jehová Dios mismo el que está envuelto en la imposición de ese nombre

                               que, naturalmente, ellos están dispuestos a “aceptar”. </blockquote>

Antes de pasar adelante incluyo aquí el texto base:

<blockquote><b>        Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que

                me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue

                formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no

                hay quien salve. Yo anuncié, y salvé, e hice oir , y no hubo entre vosotros

                dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios. </b>

                Isaías 43: 10-12. (Thompson).</blockquote>

Invitaría a quien tenga dudas sobre el sentido de este texto a que dedique un tiempo a repasarlo. Mejor aún si lo examina en dos o tres diferentes versiones de la Biblia. Independientemente de las palabras utilizadas por cada traductor, observará la uniformidad del mensaje y la enseñanza de estas hermosas y profundas palabras de la Biblia. Al analizar algunos de los comentarios vertidos por la Watch Tower en torno a este texto se observa fácilmente el carácter tendencioso de los mismos, forzando la idea para conformarla a la visión que ellos han elaborado alrededor de este pasaje y que, a la postre, está íntimamente ligada al carácter editorial de la organización. Veamos:

La Atalaya del 15.7.81 hace la siguiente afirmación:

<blockquote><b>        Un profeta del VT [Viejo Testamento] había hecho un llamado a Israel

                para que fueran testigos de Dios en el mundo (Isa 43:10; 44:8);

                la tarea que Israel como nación no había cumplido la asumió

                Jesús, como Siervo perfecto del Señor, y El la pasó a Sus discípulos. </blockquote></b>

¿En dónde aparece el tal “llamado” supuestamente hecho por Isaías para que emprendieran una obra semejante a la que llevó a cabo Jesucristo en primer lugar y posteriormente sus discípulos?.

Esa afirmación tan rotunda, tan “arreglada”, tan “cargada de mensaje” es más que discutible y viene a desvirtuar el sentido del texto. Examinemos:

No hay el más mínimo atisbo de un llamado de esas características (que podría ser una de las acepciones a asumir de la palabra “testigos”, pero no en este contexto), porque además de “testigos” y, en un paralelismo funcional, los identifica también como “su siervo”, término al que intrínsicamente no puede asociársele relación con una obra de proclamar mensaje alguno. El hecho de que el haber sido testigos de acontecimientos históricos trascendentales para ellos les obligara a su vez a “testificar” de los mismos nada tiene que ver con establecer una relación directa y primordial que adquiera carácter de “llamado” como la Watch Tower se empeña en asignar a este texto. Y, desde luego, no es ni de lejos la enseñanza fundamental que este texto encierra y que resulta absolutamente velada cuando se considera la interpretación caprichosa de la Watch Tower. Lo que sí hay, en cambio, es una afirmación de que ellos

(el pueblo de Israel) habían sido testigos de que sólo El (Jehová) era Dios, debido a que había llevado a cabo una obra de liberación que previamente había anunciado:

<blockquote><b>        Yo anuncié, y salvé, e hice oir , y no hubo entre vosotros dios ajeno.</b>

                Isaías 43: 12 a.</blockquote>

Ningún otro dios hubo entre ellos que pudiera presentar esa prueba. No habían sido “testigos” de tal cosa. En consecuencia:

<blockquote><b>        Vosotros, pues, sois mis <u>testigos</u>, dice Jehová, <u>que yo soy Dios</u>.</b>

                Isaías 43: 12 b. </blockquote>

Lo que habían visto y experimentado como pueblo, aquello de lo que habían sido “testigos” que Dios había hecho con ellos y que sólo El podía acreditar, debía constituir la prueba para ellos de que solamente El era Dios. Ese es el meollo de la cuestión, no una arenga o llamado hecho por Isaías para que emprendieran una tarea de tal manera especial que proféticamente envolviera hasta el nombre que el pueblo de Dios debía tomar en el futuro. Si hay que darle un enfoque temporal, éste ha de mirar hacia el pasado; “habían sido testigos” de cosas anunciadas y rigurosamente cumplidas, y no hacia el futuro.

David expresó esa realidad con estas palabras:

<blockquote><b>        Jehová, no hay semejante a ti, ni hay Dios, sino tú,

                según todas las cosas que hemos oído con nuestros oídos.

                ¿Y qué pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel,

                cuyo Dios fuese y se redimiese un pueblo, para hacerte

                nombre con grandezas y maravillas, echando a las

                naciones de delante de tu pueblo, que tú rescataste de Egipto?.

                Tú has constituido a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre;

                Y tú, Jehová, has venido a ser su Dios.</b>

                1 Crónicas 17: 20-22. (Thompson) </blockquote>

Si ampliamos el contexto un poco más obtendremos un esclarecimiento adicional Así:

<blockquote><b>        Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos.

                ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oir las

                cosas primeras? Presenten sus testigos, y justifíquense; oigan, y digan:

                Verdad es.</b> Isaías 43:9. (Thompson)</blockquote>

<p>¿Cuál sería el papel de estos otros “testigos” que sirven de introducción y que forman parte de todo el razonamiento que esta porción de Isaías considera? ¿También tenían una obra que llevar a cabo y ponerse algún nombre que los identificara con su dios? Obviamente las demás naciones no podían presentarse como testigos de que su respectivo dios había prometido primero y cumplido después algún acto de liberación como, por ejemplo, el llevado a cabo por Jehová para con su pueblo cuando este era esclavo en Egipto.

Ninguno de esos dioses tenía “testigos” o “pruebas” para acreditarse como dios vivo. Este es el sentido básico de las palabras de Isaías. Por eso la versión Nácar Colunga vierte así:

<blockquote><b>        Vosotros sois mis <u>pruebas</u>, dice Yavé:”</b> Isaías 43:10 (NC). <small>Subrayado nuestro</small></blockquote>

El origen de toda esta argumentación del profeta está en el hecho de que el pueblo ciego y sordo necesitaba de esta lección:

<blockquote><b>        Que salga el pueblo ciego, aunque tiene ojos; los sordos aunque tienen oídos. </b>

                Isaías 43: 8 (NC) </blockquote>

Necesitaban un recordatorio urgente de las cosas que Dios había hecho por ellos, recurrir a la propia experiencia como pueblo para comprobar que sólo Jehová era Dios.

El antiguo pueblo de Dios, aunque eran el pueblo de Jehová, no adquirió una denominación en la que el nombre propio de Dios figurara como apelativo de la misma, sino que eran llamados genéricamente por el nombre de su antepasado, Israel (como ejemplo, ver el texto anteriormente citado, 1 Crónicas 17: 20-22). La expresión los hijos de Israel se repite innumerables veces en el Antiguo Testamento. Es más en ese jubiloso cántico (el Magníficat) que recitó la virgen María, madre de Jesucristo, están estas palabras en referencia a dicho pueblo:

<blockquote><b>                        Socorrió a Israel su siervo,

                               Acordándose de la misericordia

                               De la cual habló a nuestros padres,

                               Para con Abrahán y su descendencia para siempre. </b>

                               Lucas 1:54-55. (Thompson)</blockquote>

Esa obra que los redactores de la Watch Tower quieren relacionar con este pasaje bíblico sí que está en la Biblia, en Isaías 61: 1-3:

<blockquote><b>        El espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová;

                me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los

                quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos

                apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová,

                y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;

                a ordenar que a los afligidos de Sión se les dé gloria en lugar de ceniza,

                óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu

                angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová,

                para gloria suya. </b>(Thompson)</blockquote>

Jesucristo dio testimonio de ello en la sinagoga de Nazaret al aplicarse esta porción de la Biblia.

(Lucas 4:21). Resulta interesante constatar que aquí explícitamente dice que serían llamados <b>“árboles de justicia”</b> y también <b>“plantío de Jehová”</b>. ¿Por qué, entonces, no es ninguna de estas denominaciones a la que <i>llevaba la propia Palabra de Dios</i> como la denominación que quería para su pueblo en el futuro?. Lógicamente no es una deducción obvia, pero mucho menos lo es elegir Isaías 43:10 para ese propósito.

Naturalmente, al leer este y otros textos sin una mente calenturienta dispuesta a extraer cualquier extravagancia de los mismos, uno puede apreciar la enseñanza que transmiten. En este caso concreto, el ser llamados <i>“árboles de justicia”</i> está relacionado con el cultivo de esa cualidad en toda la amplitud que la misma puede llegar a adquirir y, como consecuencia, llegan a ser una plantación, <i>“un plantío”</i>, de Jehová mismo. De manera que aquí tampoco hay referencia alguna a un futuro nombre que los adoradores de Dios debieran adoptar. En realidad no hay nada en el Nuevo Testamento que indique que los cristianos del primer siglo estuvieran interesados en asignarse un nombre específico. De hecho no lo hicieron, como tampoco mostraron interés en crear una superestructura organizativa.

En absoluto Isaías 43:10 fue escrito con el propósito de asignar un nombre al pueblo de Dios en ninguna época. Utilizando ese sistema podríamos establecer cualquier otro nombre con simplemente recurrir a otra parte de la Escritura y empezar a divagar sobre su contenido. Lo que sí han conseguido al actuar de esa manera es enturbiar el significado de un texto, privando a la mayoría de los que leen su literatura de llegar a entender y sacar provecho de esa parte de la Biblia.

Como vemos, la Biblia contiene pasajes claros y una buena parte de sus enseñanzas son fácilmente deducibles, sin necesitar de todo ese artificio y complicación elaborada por los redactores afincados en las oficinas centrales de la organización, empeñados en torcer el significado de las Escrituras para que se acomode al cuerpo de doctrina que durante décadas han establecido.

Tal como he indicado antes, cuando se habla de nombre no siempre se refiere a lo que comúnmente entendemos, sino que puede tomar otras acepciones. Cuando Jesucristo se despidió definitivamente de sus discípulos y les encargó la obra de hacer discípulos y bautizarlos, les dio la instrucción de que bautizaran “en nombre... del espíritu santo”. Es evidente que en este caso no hay un “nombre” para el espíritu santo, disponiendo tan sólo de apelativos como “paráclito”. (Juan 14: 16).

En el caso concreto de los Testigos de Jehová se da además la circunstancia de una reputación de “falsos profetas” y “secta destructiva” ganada a pulso por ese interminable rosario de predicciones fallidas por un lado y, por otro, por la actitud antibíblica e inhumana con respecto a las transfusiones de sangre así como el abusivo control sobre el pensamiento de las personas, su tiempo y hasta su dinero, especialmente notorio en los últimos años en los que se nota una febril actividad de construcción que absorbe toda capacidad de reserva de fondos en las congregaciones y, por supuesto, rebasa con mucho lo que es el hábito de gasto en las familias, que observan cómo continuamente están sometidas a algún nuevo “proyecto” que esquilma sus bolsillos.

Todo ello hace prácticamente imposible la rehabilitación del nombre que, desgraciadamente, ha adquirido tantas connotaciones negativas. Esa es la realidad; he tenido ocasión de comprobarlo durante bastante tiempo y en diferentes ambientes (vecindad, estudios, trabajo...). La otra visión idílica, la que presenta la Atalaya, de adulación continua, es únicamente la de consumo interno.

Repito, no tengo absolutamente nada en contra de ningún nombre concreto para una organización, pero en lugar de obsesionarse por el nombre y dar una desmesurada importancia a este hecho, es mucho más importante revestirse de una buena reputación. Después de eso, lo honesto es reconocer la responsabilidad propia, el acierto o desacierto de la elección, pero no mezclar a Jehová en el asunto, cuando no hay ninguna base para eso y sobre todo cuando una historia tortuosa, equívoca y plagada de errores doctrinales y proféticos como es el caso de los Testigos de Jehová puede redundar (y así ha sido) en oprobio para el nombre de Dios. Exodo 20: 7.

(Contribuido)


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