REFLEXIONES DE FIN DE SIGLO



¿EXISTE REALMENTE Dios?

Millones de personas contestan que ¡no! Otras sostienen que “toda noción de lo absoluto (como la existencia de Dios), ni se conoce ni tal vez se pueda conocer”. Sin embargo, más de mil quinientos millones de personas afirman que Dios existe, aunque puede que haya entre ellas serias diferencias de opinión respecto al conjunto de creencias relacionadas con Dios.

¿Hay alguna manera de hallar una respuesta satisfactoria a esta pregunta? Por ‘satisfactoria’ queremos decir, una respuesta que apele tanto a la razón como a los sentimientos.

¿Cuáles son, entonces, algunos de los obstáculos que impiden que se crea en la existencia de Dios? Hallamos uno en las palabras de Juan, un escritor bíblico que dijo: “A Dios ningún hombre lo ha visto jamás”. (Juan 1:18.) Millones de personas razonan que, siendo que no han visto a Dios, él no existe. Suelen decir: “Ver es creer”. ¿Pero responde eso a un concepto puramente lógico?

Si nos atenemos a los hechos, puede decirse que todos nosotros creemos en cosas que no hemos visto. ¿Por qué? Porque por la evidencia circunstancial y el razonamiento deductivo llegamos a saber que cosas que no se ven a simple vista deben existir. Por ejemplo: ¿Quién ha visto las ondas de la radio o las ondas televisivas? ¿O quién ha visto las radiaciones electromagnéticas de los rayos X? Sabemos que existen por el efecto que producen en un receptor de radio, en el televisor y en la placa radiográfica. De igual manera, podemos usar la evidencia circunstancial y el razonamiento deductivo para establecer la existencia de Dios.

Se guiaron por los indicios

Hoy damos por sentado el sistema solar. Sin embargo, hace solo 140 años el conocimiento del hombre sobre el sistema solar era limitado. En aquel tiempo, Neptuno y Plutón —los dos planetas más distantes de la Tierra y del Sol— eran desconocidos. No obstante, se sospechaba de la existencia de Neptuno. ¿Por qué? Debido a ciertos indicios —efectos— que hacían presuponer su existencia.

A este respecto, La Gran Enciclopedia Larousse, 1977, dice: “El estudio de ciertas perturbaciones, hasta entonces inexplicadas, en el movimiento de Urano condujo a los astrónomos a atribuir estas perturbaciones a la influencia sobre él de un planeta hasta entonces desconocido. Un estudiante británico Adams, fundándose en estudios matemáticos, determinó, en 1845, los elementos que fijaban la posición del astro con una aproximación suficiente. [...] En la misma época, Le Verrier [...] se propuso resolver este problema”. ¿Qué hizo? Con el resultado de sus cálculos “el 31 de agosto de 1846 comunicó a la Academia de Ciencias la posición que debía ocupar el planeta: esta fue confirmada con menos de 1° de diferencia, el 23 de septiembre” de ese mismo año.

Como ha ocurrido en muchos otros casos, los astrónomos estudiaron los efectos o indicios y, luego, siguiendo una línea de investigación hallaron la causa. ¿Existen algunos efectos que sirvan de indicios para establecer la existencia de una inteligencia superior al hombre?

La lógica de creer en Dios

“¿CREÍAN todos ellos en Dios?” preguntó un escéptico asombrado después de leer la historia de pueblos antiguos y primitivos.

Sí, la idea de Dios predomina entre todas las naciones. Parece ser una característica de la raza humana. El antiguo judaísmo no dudó de la existencia de Dios... era un hecho establecido y aceptado. Los cristianos primitivos no se enfrentaron a tal problema... la existencia del Padre celestial de Jesús era indisputable. También todas las naciones paganas aceptaban alguna forma de dios. El filósofo Celestine N. Bittle escribió: “Jamás se ha descubierto un pueblo que, en el estricto sentido del vocablo, sea ‘ateo.’ Puede que haya individuos ateos; pero nunca un pueblo.” La creencia en Dios ha sido llamada “la más análoga, si es que no es idéntica, al instinto verdadero.”

Esto sigue siendo cierto aun hasta nuestro día. Aunque el materialismo tiene muchos adherentes entre los educados e ignorantes, aun muchos científicos —a los que a menudo se considera los precursores del materialismo— rehúsan negar que creen en Dios. Cuando se les preguntó a afamados científicos ingleses, todos Colegas de la Sociedad Real, si reconocían o no “la existencia de un dominio espiritual,” fueron casi diez veces más los que dijeron “Sí” que los que dijeron “No.” Y la revista Time dijo en una ocasión: “El universo que en otro tiempo parecía ser movimiento de reloj ahora vibra con poder que infunde temor reverencial, ante el cual los hombres modernos (incluso los científicos) se dirigen a Dios.”

Los hombres han adorado estrellas, al Sol, montes, a otros hombres, ídolos, gobiernos, a gobernantes políticos, la ciencia y su propia sabiduría. Pero prescindiendo de lo que el hombre adore, ¡ese impulso para adorar indiscutiblemente está allí! Puede ser dominado, dirigido erróneamente o corrompido, pero de alguna manera tiene que hacérsele frente, porque es tan real como lo son los instintos del hambre y la sed y los deseos de amor y compañerismo.

Pero ¿podrían estar equivocados los miles de millones de personas de la Tierra? Sí, es posible, y por lo tanto tiene que hallarse evidencia más segura de la existencia de Dios que el simple hecho de que la creencia en ello esté esparcida. Hay muchas de tales evidencias. Examinemos algunas de ellas.

Orden y diseño

Una de las bases lógicas más obvias para creer en Dios es el orden que existe en el universo. El orden inteligente se observa en todo desde las partículas atómicas más minúsculas hasta las extensiones más lejanas del universo. Esta sabiduría y orden solo pudieron haber sucedido de una de dos maneras: por casualidad o por medio de inteligencia. Si falta la inteligencia, entonces la casualidad tiene que explicarlo todo. Pero si la casualidad no pudiera haber producido los resultados evidentes, entonces la inteligencia debe haber desempeñado su parte.

Los que rehúsan creer que un Dios inteligente creó tienen que creer que el orden que existe en el universo solo es una casualidad, simplemente lo que la casualidad ha desarrollado. Pero no es mera casualidad. Demasiadas cosas están implicadas en la producción de la Tierra y el hombre y el resto de la creación viviente, en las maravillosas leyes de la naturaleza, en la unidad y medida del tiempo de los cuerpos celestes, en el calor y vegetación y la luz y humedad que nos mantienen vivos, así como en la lista incontable de otras cosas que el maravilloso cerebro del hombre —¿es éste también casualidad?— puede registrar, considerar y analizar.

Hombres que razonan consideran el orden que es evidente en el universo y concluyen de ello que lógicamente solo un Ser Supremo inteligente es su fuente. Por esto la existencia del orden conduce a una confianza firmemente establecida en la existencia de Dios. Bittle comenta: “La vasta mayoría de la gente está convencida de la existencia de un Ser Supremo superior y más allá del mundo, prescindiendo de cuán imperfecto sea su concepto de este Ser Supremo. Generalmente esta convicción tiene su fundamento en una contemplación del orden que existe en el universo. El orden presupone diseño. El diseño presupone un diseñador inteligente. De esta manera la razón del hombre concluye espontáneamente a causa del orden del mundo que hay un Inteligente Ser Supremo quien es el autor del orden que existe en todas partes de la naturaleza.”— God and His Creatures, página 80.

Tan ajena a la razón es la creencia de que todo esto simplemente es una casualidad sin diseño que el Dr. A. Rendle Short escribió que ni siquiera un “Dios impersonal” satisfaría como explicación de las indicaciones. “Una Mente ha estado trabajando,” él dice, “con propósitos que prever y efectuar, trabajando por medio de leyes, y con materiales, que hasta cierto punto podemos entender; es una Mente que trabaja a semejanza de nuestra propia mente, pero en un nivel sumamente superior. Y la mente no es algo que flota en el espacio. No está inherente en un bloque de granito. Está conectada con una personalidad, con planes, habilidad ejecutiva, gustos y aversiones. Por eso no sorprende el que la Biblia nos informe que Dios dijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.’”

La inteligencia manifestada en el universo es mucho mayor que la del hombre. ¿Quién tuvo esta inteligencia? ¿De dónde vino? No del hombre... existía mucho antes que él viniera a la existencia. No de ninguna otra fuente visible, porque el hombre tiene mayor inteligencia que cualquier otra criatura que podamos ver. Seguramente no de materia muerta, falta de inteligencia. Entonces, dado que el universo da testimonio de otra mente que es superior, más inteligente, y que existió mucho antes que el hombre, ¿por qué vacilar y dudar en cuanto a llamar al Poseedor de ella Dios?

Por lo tanto, el hecho de que el universo no es caos, sino que tiene diseño ordenado e inteligente ¡es una evidencia del hecho sencillo de que DIOS EXISTE!

La gran causa primera

Además, cuanto viene a la existencia tiene que tener una causa. Un edificio tiene un edificador, una pintura un pintor, una producción un productor. Cuantas cosas comiencen a existir tienen que tener una causa para su comienzo. Algo que existe tiene que traerlas de la inexistencia a la existencia. Cuanto viene a la existencia solo puede ser producido por otra cosa, no por sí mismo. Así, conforme retrocedemos en tiempo hallamos que cada cosa que ha sido producida fue producida por algo que existía antes de ella. Efectos fueron producidos por causas precedentes, y esta serie de causas y efectos penetra en el pasado muy remoto.

Ya sea que esta serie de causas y efectos se mencione como siendo finita o infinita en número, queda claro el hecho de que finalmente debe haber habido una sola causa que no fue causada por alguna otra cosa, y que, dado que no pudo haberse traído por sí misma a la existencia, por lo tanto debe haber existido siempre. Los filósofos han llamado a ésta la ‘Causa Primera no causada.’ Sencillamente viene a parar en el hecho de que puesto que todo lo que comienza a existir debe haber tenido una causa para venir a la existencia, ha de haber habido algo en el pasado muy remoto que no comenzó a existir, que siempre ha existido, que no fue producido y existe de sí mismo. Esta Causa original que no comenzó a existir, que no fue producida y que existe de sí misma, la llamamos Dios. Por lo tanto, Dios existe.

Una inteligencia que supera a la del hombre

Otro argumento concerniente a Dios tiene que ver con el principio de la razón suficiente. Este principio, fundamental de la ciencia y la filosofía, dice que nada puede venir a la existencia sin que haya una razón adecuada para su existencia. La razón adecuada para la existencia de un niño yace en sus padres, porque sin los padres no habría niño. La causa que efectúa la existencia por lo menos tiene que ser igual o mayor que el efecto que produce. Un niño no puede ser producido por un perro, ni un hombre por un bebé, porque en estos casos las causas (el perro o el bebé) serían menores que los efectos producidos (el niño o el hombre). Si el efecto fuera mayor que aquello que está contenido en la causa, entonces el efecto no tendría una causa adecuada, y por lo tanto no podría venir a la existencia.

La existencia de sustancias sin inteligencia e inorgánicas no es razón suficiente para la existencia de la vida inteligente. Puede que los elementos materiales de la materia inorgánica y los de las criaturas inteligentes sean semejantes, pero la materia inorgánica de ninguna manera ofrece una explicación para la existencia del conocimiento, sentido o del propósito natural que es evidente en la vida. ¡En realidad, la vida inteligente es tan nueva y superior a la materia inorgánica y a las fuerzas materiales del universo que su existencia puede explicarse únicamente por medio de una causa suficiente que sea completamente ajena a toda materia existente y aun al entero universo material!

Esta Razón suficiente para la existencia de la vida inteligente, esta Fuerza poderosa que tiene dentro de sí causa adecuada para la existencia de criaturas inteligentes, la llamamos Dios. Por lo tanto, otra vez, ¡Dios existe!

“Hablemos del cerebro humano”

EXISTE un indicio sobresaliente de la existencia de un Creador que todos llevamos en nosotros mismos. Hacemos uso de él a diario en mayor o menor grado y, sin embargo, tendemos a darlo por sentado. Pesa 1,4 kilo (3 lbs., aprox.), tiene el tamaño de un pomelo (toronja), se parece un poco a la parte carnosa de la nuez y se halla protegido por el cráneo. No hay duda, hablamos del cerebro humano.

No obstante, esta sencilla descripción de ningún modo hace honor a una maravilla del diseño como lo es el cerebro humano. El neurobiólogo francés, Dr. Jean-Pierre Changeux, lo describe en estos términos: “El cerebro humano me hace pensar en un gigantesco entramado de decenas de miles de millones de redes neuronales por el que miríadas de impulsos eléctricos se propagan, regulados de tanto en tanto por una variadísima formación de señales químicas. La organización química y anatómica de esta máquina es tan complicada que escapa a la imaginación”. (Neuronal Man [El hombre neuronal].)

Según el neurólogo Dr. Richard Restak, cada una de las aproximadamente cien mil millones de neuronas o células nerviosas, “puede tener más de mil sinapsis o puntos de contacto entre unas y otras células. Incluso las células que se hallan en la corteza cerebral pueden llegar a tener hasta doscientas mil sinapsis”.

El Dr. Changeux calcula que hay “como unos 600.000.000 [de sinapsis] por milímetro cúbico”. Un milímetro cúbico es del tamaño de ¡una cabeza de alfiler! Entonces, ¿cuántas sinapsis o puntos de conexión pueden haber en el cerebro? Según el Dr. Restak: “Pueden haber en el cerebro de diez a cien billones de sinapsis y cada una funciona como una calculadora diminuta que registra en forma de impulsos eléctricos las señales que llegan”. ¿Qué significa esto? El Dr. Restak dice: “La cantidad de conexiones que se produce en la vasta red del sistema neuronal del cerebro es realmente astronómica”.

¿Cómo se transmite la información?

Pero eso no es todo. Las neuronas cerebrales establecen su contacto por medio de un conjunto ramificado de filamentos pequeños llamados dendritas. A este respecto, el Dr. Restak dice: “Se calcula que la suma total del largo de las dendritas cerebrales sobrepasaría cientos de miles de kilómetros”. ¡Todo eso recogido en la compacta masa cerebral que hay en nuestra cabeza!

Pero, ¿cómo se transmite la información en ese fascinante universo del cerebro? ¿Cómo se salva el vacío sináptico, de una 25 millonésima de milímetro (una millonésima de pulgada) de ancho, que hay entre célula y célula? Por la “simple” conversión del impulso eléctrico en una señal química que, salvando el vacío entre una célula y otra, hace de neurotransmisor. Hay decenas de sustancias químicas que actúan como neurotransmisoras, algunas de las cuales también “desempeñan un papel completamente diferente en otras zonas del organismo”. (Neuronal Man [El hombre neuronal].)

Deténgase por un momento y medite en lo que acaba de leer. ¿Podría decirse que esa vasta complejidad, comprimida en una cavidad craneana tan pequeña, pudiera atribuirse a la naturaleza ciega o a un proceso de tanteo no dirigido? ¿O, más bien, es el brillante diseño de un Creador?

“El fenómeno más sobresaliente”

El impresionante abismo que existe entre el animal más inteligente y una persona de término medio se debe al cerebro humano. Como dijeron los profesores en biología humana, Los doctores Ornstein y Thompson, en su obra The Amazing Brain (El sorprendente cerebro): “La capacidad de aprendizaje que tiene la mente humana —para almacenar y recordar información— es el fenómeno más sobresaliente del universo biológico. Todo lo que nos hace humanos —el habla, el pensamiento, el conocimiento, la cultura— es consecuencia de su extraordinaria capacidad”.

Pues bien, si esta información acerca del cerebro realmente le impresiona, ¿no debería usted al menos considerar la posibilidad de que un Creador y Diseñador inteligente sea responsable por la existencia de este órgano tan complejo? Pablo, escritor bíblico y docto en leyes, razonó de este modo: “Porque lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista, [...] lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y su divinidad, resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras”. (Romanos 1:19, 20, Nueva Biblia Española.)

El milagro se produce en la matriz

Consideremos una pregunta tal vez más intrigante aun: ¿Cómo pudo de una sola célula fecundada en la matriz de una madre desarrollarse el complejo cerebro? El Dr. Restak, evolucionista, comenta: “Hay quienes dicen, con toda gratuidad, que todo está genéticamente programado, olvidándose de que la palabra programa carece de sentido si no hay un programador”. Sin embargo, como los evolucionistas por lo general no creen en la existencia de un “programador” superior, buscan una explicación alternativa. Bien, ¿qué hallamos cuando estudiamos el desarrollo del cerebro a partir de un minúsculo óvulo fecundado e implantado en la matriz de una madre?

El Dr. Restak declara: “no se puede hallar nada que se parezca al cerebro en el embrión humano hasta la tercera semana de su desarrollo. [En esa fase el embrión mide unos seis milímetros (menos de un cuarto de pulgada).] A partir de entonces, el cerebro, junto con el resto del sistema nervioso central, comienza a desarrollarse de una delgada capa de células que rodea al embrión”. Eso se dice muy pronto, pero recuerde: comenzamos con solo una célula fecundada. Luego, esa célula pone en marcha una serie increíble de multiplicaciones que se prolongarán durante nueve meses ¡a una proporción de 250.000 nuevas neuronas por minuto, hasta que el cerebro humano, completamente desarrollado, llega a 100.000 millones de células!

¡No sorprende entonces el que algunos científicos adopten una postura humilde cuando estudian el cerebro! El Dr. Miles Herkenham, un neurocientífico, dijo: “Siempre habrá algo que nos sacuda, que nos impresione, que nos mantenga humildes [...] Simplemente, el cerebro humano es el órgano más maravilloso en el universo conocido”.

Esa actitud humilde debería hacernos reconocer que, tras el origen del cerebro humano, existe una inteligencia superlativa, una mente incomparable que originó la mente humana. Como dijo el propio Creador: “Porque los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes [...] Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes”. (Isaías 55:8, 9.)

Miles de indicios

Existen innumerables indicios que muestran que algo mucho más grande que la ciega casualidad ha sido responsable de la existencia de una variedad tan grande y compleja de vida en la Tierra. Por ejemplo, el instinto migratorio intraconstruido de los pájaros y los peces deja desconcertados a los científicos. ¿Cómo se originó esa capacidad instintiva?

El periódico The New York Times dijo en un artículo reciente: “Cada primavera y otoño millones de cigüeñas, pelícanos, gavilanes, águilas y otras aves grandes pasan sobre Israel en su vuelo migratorio entre Europa, Asia occidental y África en busca de la ruta más corta, bordeando el Mediterráneo”. ¿Por qué no vuelan sobre el Mediterráneo? El artículo sigue diciendo: “A diferencia de las aves pequeñas, que pueden cruzar el Mediterráneo en un día, las más grandes y pesadas deben volar aprovechando las corrientes de aire caliente que ascienden de la tierra. [...] Se dejan caer planeando desde la cima de la corriente térmica hasta el punto más bajo de la siguiente corriente, desde donde remontan el vuelo nuevamente, repitiendo así el proceso hasta llegar a África y en su vuelo de regreso”. ¡Y esto lo hacen sin mapa ni brújula y, en muchos casos, sin experiencia previa! La coordinación del movimiento migratorio también es impresionante. El referido artículo añadió: “Cada especie venía prácticamente al mismo tiempo del año y siguiendo la misma ruta año tras año. Por ejemplo, el 4 de septiembre de 1984 y 1985, respectivamente, el halcón abejero inició su desfile sobre Israel y se calcula que unos 220.000 de ellos sobrevolaron Israel en dos días”. ¿Quién programó en los genes de estas aves esta capacidad instintiva? ¿Nadie? O, ¿un Creador inteligente?

Mírese a sí mismo

La Biblia dice: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” (Sal. 19:1) ¡Y con cuánta elocuencia lo hacen!

Sin embargo, no es preciso contemplar los vastos cielos estrellados para ver demostracioncs del poder y las cualidades de Dios. Basta con examinarse uno mismo.

Mírese las manos. ¿Están sosteniendo la revista que usted está leyendo? Si así es, sin duda usted tiene el brazo doblado a fin de mantener la revista a la distancia correcta de sus ojos. Cada dedo está ejerciendo exactamente suficiente presión como para evitar que la revista se caiga, pero no tanta que rasgue el papel. ¿Estuvo usted pensando en todo esto antes de comenzar a leer? Por supuesto que no. Su cuerpo organizó todo el asunto; se requirió solo un mínimo de decisiones de parte suya.

Aunque su cuerpo está en posición de descanso, relativamente, ¿qué están haciendo sus ojos? Están enfocando automáticamente en palabras o grupos de palabras en sucesión. En la parte posterior de sus ojos las impresiones visuales se transforman en impulsos eléctricos. Estos son transmitidos al cerebro. Si usted se está concentrando, el cerebro está almacenando la información para usarla en el futuro, y está comparando el material nuevo con lo que ha recibido anteriormente. Mientras tanto, sin que usted esté pensando en ello, su corazón esta bombeando diligentemente, enviando la sangre en su complicado viaje a través del cuerpo. Esa sangre transporta las sustancias esenciales a los lugares en que éstas se necesitan, y entonces se lleva los desperdicios a los sitios desde los cuales éstos pueden ser expulsados del cuerpo.

Además, el diafragma, por medio de su movimiento, le llena los pulmones de oxígeno, y entonces los comprime para librárselos del anhídrido carbónico.

Si sucede que hace poco usted estuvo comiendo, su alimento está pasando por el proceso de la digestión, sin que usted esté dirigiendo ese proceso conscientemente. El alimento se está mezclando con los ácidos de su estómago, que desempeñan la función de descomponerlo en sus componentes básicos, o, mientras pasa por los intestinos, está siendo comprimido por medio de una complicada acción muscular conocida como “peristalsis,” lo cual permite que las sustancias nutritivas sean absorbidas en el torrente sanguíneo.

Pero también se está efectuando mucha más actividad. La médula o tuétano de sus huesos está haciendo células sanguíneas de reemplazo. Su piel está fabricando nuevas partes para reemplazar las células gastadas de la superficie. Le está creciendo el pelo, y también le crecen las uñas de los pies y de las manos. Las glándulas están fabricando complicadas sustancias con el fin de mantener en equilibrio los procesos químicos de su cuerpo. ¡Todo eso está sucediendo en este mismo instante aun cuando su cuerpo está en aparente descanso!

La tecnología de los mecanismos de nuestro cuerpo es increíblemente más adelantada que todo cuanto el hombre ha podido lograr en esta era espacial. ¿Es lógico pensar que una obra maestra de esta índole sea el producto de simple casualidad?

La teoría de la evolución dice que la humanidad es el producto del funcionamiento de las leyes naturales, pero no explica quién es el “legislador.” En realidad dice que nos hicimos a nosotros mismos. Pero, ¿no es más lógico —más en armonía con la manera en que sabemos que las cosas realmente suceden— seguir el razonamiento del escritor bíblico que proclamó: “De manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente”? ¿Y: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”?—Sal. 139:14; 100:3.

Enfrentémonos a la realidad

Debido al modo de pensar materialista de Occidente, a muchas personas les incomoda admitir que hay un Dios y reconocer que hay una respuesta espiritual a la pregunta: “¿De dónde hemos venido?” Un librepensador declaró lo siguiente: “Podemos ser sensatos y razonables solo cuando nos expresamos en términos de la esfera del conocimiento actual y nos mantenemos dentro de ella.” ¿Pero es eso cierto?

Hay muchas cosas que los científicos saben que existen, pero que no pueden explicar. Cosas como la mente humana, nuestra conciencia, el instinto que nos impele a adorar... ciertamente existen. Pero la ciencia no las puede explicar en términos del “conocimiento actual.” ¿Qué hay de la vida misma? ¿Qué es esta poderosa “energía de vida” que hace que las cosas vivas difieran de las inanimadas? Los científicos no pueden decir. Sin embargo es parte de nuestra experiencia cotidiana. De hecho, es tan común que propendemos a olvidarnos de cuán verdaderamente milagrosa la vida misma es en realidad.

La familiar ley de causa y efecto declara que para cada efecto debe haber una causa. Es preciso que haya habido una “causa” para esa maquinaria maravillosamente delicada que constituye el cuerpo humano. Hoy día estamos en mejor posición que ninguna generación anterior para ver lo sabia que tiene que haber sido esa primera “causa.” Más aún, es preciso que haya habido una “causa,” un Productor, de cosas como la mente humana, la conciencia humana y la vida misma. En realidad nunca pudiera haber explicación satisfactoria para estas cosas excepto la que la Biblia da. Dirigiéndose al Dios a quien adoraba, un escritor de la Biblia dijo: “Contigo está la fuente de la vida.” (Sal. 36:9) No hay base alguna en nuestro “conocimiento actual” para llegar a ninguna otra conclusión.

Un importante obstáculo para creer en Dios

En vista de esta evidencia circunstancial sobre la existencia de un Creador inteligente, ¿por qué es que tantas personas de buena formación académica y sinceras siguen sin creer en Dios? Hay varios factores que han podido influir en su manera de pensar.

Por ejemplo, a través de la historia la religión ha pintado a Dios como un ser misterioso que se desdobla en una Trinidad y destina las almas a tortura eterna en un infierno. Además, la religión ha proyectado una imagen pervertida de Dios, representándole como un Dios egoísta que permite que nuestros amados mueran para que él pueda poblar el cielo. Otras personas han observado cómo, frecuentemente, la religión predica una cosa y hace otra. No sorprende, por lo tanto, que mucha gente le haya dado la espalda a Dios.

Pero otra razón por la que muchas personas dudan de la existencia de Dios es debido al sufrimiento humano. ¿Cómo puede un Dios justo permitir tanto sufrimiento como el que la historia humana registra? Si es Todopoderoso, ¿por qué no pone fin a la guerra y al sufrimiento?